Rosaris de tots sants.

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La festividad de los Fieles Difuntos, conocida coloquialmente en Mallorca como el Dia dels Morts tiene ahora en los panellets su dulce emblemático. Constituyen el resultado de una larga evolución de los panes que conmemoraban antiguos cultos de los dioses romanos lares y manes, dedicados a los antepasados fallecidos. Representan un innegable recuerdo del fundamental papel alimentario del pan en el entorno mediterráneo, justificando su importante simbolismo creencial y el manifiesto significado ceremonial que asumió.

Los panets de mort tienen una dilatada trayectoria en nuestras islas, según apunta un molde para elaborar ciertos panecillos similares llamados typarion, hallado en la basílica menorquina de Son Bou, que los remonta como mínimo a la época paleocristiana. Dichos panes eran parte de los llamados eulogios u ofrendas de pan bendito, habituales en ritos religiosos de la antigüedad, no solo ni necesariamente cristianos. Se inscriben en la arcaica tradición litúrgica de obsequios sacros, mantenida por todas las concepciones religiosas para alcanzar el favor de la divinidad. Los panes con los cuales se solemnizó en Mallorca este festivo serían sus lógicos herederos.

Los comienzos de su andadura se remontan a los siglos medievales pero otras opciones, en apariencia obviando la trayectoria anterior, los colocan en los tiempos del barroco siglo XVII. A favor de la primera datación está el hecho que su presencia se generaliza a partir de la segunda mitad del siglo XII. En esa centuria se    consolidan las misas de difuntos, en cuyo ofertorio se adoptó la costumbre de obsequiar con un pan a los asistentes. Idéntico regalo se dispensaba en Mallorca medieval por Tots Sants, depositando sobre las sepulturas un cesto con panecillos para que quienes acudiesen a rogar por el alma del difunto los tomasen como agradecimiento a sus plegarias. La finalidad de esa oferta material y anónima hecha regularmente por deudos del difunto, era recabar indulgencias para el alma del fallecido sobre cuya tumba se depositaban. Así lo disponían sendas mandas testamentarias de Guillem Desbrull en 1323 y Jaume Corbera en 1344. En el inventario notarial levantado en 1451 sobre los bienes del palmesano Hospital de Sant Andreu, figura un cesto, reforzado con un aro, claramente vinculado a esta costumbre. Es descrito como: un paner gran de tots sants ab riscla, cuyo evidente cometido era contener los panes dispuestos sobre las tumbas para la festividad de los Fieles Difuntos.

Aproximadamente a partir de comienzos del setecientos irían siendo progresivamente edulcorados y más adelante sustituirían la harina de trigo por la de almendra, dando lugar a los actuales panellets. Las ristras de panellets, que repetían la práctica de ensartar en una ramita los panets de mort recolectados, darían después lugar a los ahora populares Rosaris de Tots Sants. El poema de Pere d’Alcàntara Penya titulado La festa dels morts, publicado en 1896, recuerda como antiguamente «els grans d’aquells rosaris / que hi resaven els parents / s’han tornat… panetets dolsos / enfilats pels pastissers». Su afortunada continuidad ha garantizado que sigamos disfrutándolos.