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Las bajas temperaturas propias de la temporada invernal tornan atractivos los platos caldosos y calientes. En nuestra cocina local disponemos de un modelo de tales preparaciones con esas características, que conocemos como cassoles. Sus recetas admiten ingredientes y condimentos variados, pudiendo estar basados tanto en la carne como en el pescado.   

Su nombre, según Guillem Rosselló Bordoy, deriva del étimo árabe qasûla, siendo uno de los recipientes fundamentales tanto en la cocina musulmana como luego en la cristiana. Cabe admitir que forman parte de una evolución del legado instrumental del mundo culinario islámico, ya que su existencia y denominación en nuestra isla ha sido detectada casi desde los primeros momentos de la conquista de Mallorca en 1229. En su opinión cabe considerarlo como una evolución de la qasûla árabe, pasando a denominarse cassola cuando las circunstancias históricas le depararon verse asimilado por la cocina cristiana catalana. Dicho autor destacó su mención en un texto árabe de autor desconocido, dedicado a la cocina hispano magrebí durante la época almohade, redactado hacia fines del siglo XIII. Ya entonces el utensilio que nos ocupa, se caracterizaba por permitir cocciones a fuego lento y con poco líquido, de un estilo muy próximo a las que actualmente siguen preparándose en los recipientes actuales que conservan su nombre. Mantendrían un notable paralelismo con las actuales tajines norteafricanas, especialmente las marroquíes, acaso vinculadas a su vez con el tià menorquín.

Las cassoles figuran entre los platos de la cocina catalana más antigua, recogida en el Llibre de Sent Soví y el Llibre de totes maneres de potatges de menjar, como elementos habituales del menaje culinario entonces vigente. Ambos textos son los primeros manuales de cocina catalana conocidos, cuya redacción se sitúa alrededor del comienzo del siglo XIV. Su importancia y trascendencia en la cocina isleña, podemos constatarla a través de los diversos platos que han adoptado el nombre del recipiente en el cual son cocinados.

Ejemplos indudables de esta adopción de nombre y concepto, figuran en las diversas copias manuscritas del benemérito agustino palmesano fra Jaume Martí i Oliver, fallecido en 1788. En sus recopilaciones más tempranas, datables en el último tercio del setecientos, las recetas proporcionadas por dicho texto para preparar cassoles de pescado son más numerosas que las destinadas a prepararlas de carne. Solo una de ellas está destinada a este ingrediente, complementado por tocino y un amplio número de verduras. Las restantes seis recetas dedicadas a esta modalidad de guiso, en tres casos se basan en pescados sin especificar    su nombre, mientras que otras tantas concretan que serán de pulpo, bacalao y bonito.     

La cocina actual ha perdido esa preferencia por el pescado y ahora las cassoles más en boga pertenecen a la carne. Ejemplos de esto serían las suntuosas Cassoles de caza como la campanera, con las aves de caza menor como ingredientes irrenunciables, la llucmajorera de caracoles, o la santanyinera de los ya casi cercanos Darrers Dies, basada en carnes de cerdo y alcachofas.