La llegada del chocolate a Europa se sitúa en fechas controvertidas del quinientos a través de puertos peninsulares, pero hasta 1585 no llegó el primer cargamento de cacao procedente de la mexicana Veracruz. Otras tempranas importaciones llegaron desde México en forma de tabletas y barras, siendo sobre todo apreciadas las preparadas por los frailes de determinado convento de Guajaca. A las mesas isleñas no empezó a incorporarse hasta el siglo siguiente y aún entonces en pequeñas cantidades, producto de contadas y caras importaciones. Indicios de estas llegadas han sido advertidos antes de 1691, identificándose la llegada de cacao americano a la isla. Es posible, aunque cuestionable, que con anterioridad llegasen otras partidas procedentes de Amsterdam, Cádiz u otros puertos mediterráneos. Uno de sus indudables y asiduos consumidores fue el prestigioso astrónomo mallorquín Vicens Mut (1614-1687) que cuenta con un cráter lunar a su nombre. En la correspondencia que mantenía en 1651 con el policientífico y vulcanólogo jesuita Athanasio Kirchner (1601-1680) le aseguraba un envío de Ciocollatum Mexicanum.
Su consumo fue especialmente apreciado en la corte madrileña, motivando su rápida difusión por el resto de los países europeos. No en vano su estilo curial marcaba las pautas de moda europeas, antes de que Versalles se erigiera en patrón continental de las normas sociales. Margalida Bernat ha señalado que ese prestigio fue decisivo para que Mallorca lo acogiera con notable rapidez, en especial a partir de la segunda mitad del setecientos. Por esos años hay testimonios de su presencia en círculos selectos y a finales de la centuria era frecuente su aparición en la mesa del exquisito y goloso doctor en Ambos Derechos Lloatxim Fiol.
Las ensaimadas, por su parte, empiezan a figurar en nuestros documentos a partir de 1642. En concreto en fechas inmediatamente anteriores al comienzo del Carnaval, que en aquel tiempo llamaban Carnes toltes y conocemos ahora como Darrers Dies. Es posible que para entonces se tomaran con leche endulzada con miel, si hemos de dar alas al asiento contable inmediato al suyo, que menciona un pago por dichos dos ingredientes. Un testimonio de su acertada asociación con el chocolate se remonta a cierta tarde de febrero de 1782, cuando el arriba mencionado Dr. Fiol invitó a su madre, hermano y tía a merendar en su casa «xoquolate, enseimades y bascuit». Podemos imaginar que las temperaturas serían similares o más bajas que las que tenemos ahora, así que la elección de una merienda idéntica está avalada por la acreditada experiencia histórica.
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