Chafar ben Utman, el membrillo y una compota de codoñate

Sopa de letras

El membrillo procede de Asia y fue traído a España por los musulmanes.

TW
0

«El membrillo es de color amarillo, como si llevase una túnica de narciso, y huele como el almizcle de penetrante aroma. Tiene el perfume de la amada y su misma dureza de corazón; pero tiene el olor del amante apasionado y macilento. Su palidez es un préstamo de mi palidez; su olor es el aliento de mi amiga. Cuando se irguió fragante en la rama y las hojas le habían tejido mantos de brocado, extendí mi mano suavemente para cogerlo y colocarlo como pebetero en el centro de mi sala. Tenía el vestido de pelusa cenicienta que revoloteaba sobre su liso cuerpo de oro. Y cuando quedó desnudo en mi mano, sin nada más que su camisa color de narciso, me hizo recordar a quien no puedo decir, y el ardor de mi aliento lo marchitó entre mis dedos».

Este poema pertenece a Chafar ben Utman al-Musjafi, visir de Al-Hakam II y luego de Hisam II. Se sabe que murió en el 982 y figura entre los poetas arábigo-andaluces que el investigador Emilio García incluyó entre los autores del centro de Al-Andalus. Su protector Al-Hakam II fue califa de Córdoba de 931 a 976 y bajo su reinado se vivió una etapa de relativa paz interior así como un auge cultural y científico. El membrillo procede de Asia y fue traído a la Península ibérica por los musulmanes que lo utilizaban frecuentemente en sus jardines al ser un arbusto de flores rosas y cuyo pomo de color amarillo es muy aromático.

Chafar ben Utman al-Musjafi.

Pero vayamos a la receta. Se trata de una preparación muy sencilla, tradicional, según informes, propio de la comarca de Jerez de la Frontera, en Cádiz.

Para dos personas, disponemos de cuatro membrillos maduros que pelamos y cortamos a gajos.
Cabe remarcar que la mejor época para consumir este tipo de frutas es la temporada otoñal.

Seguidamente les ponemos a hervir preferentemente en cazuela de barro, en agua que contiene además medio kilo de azúcar, un palito de canela y cuatro clavos.

Dejamos que se realice la cocción hasta que las frutas se vean bien blandas. Sacamos la cazuela del fogón, dejamos que se enfríe su contenido y luego lo pasamos a cuatro cuencos de cristal o cerámica individuales. Repartimos sobre la compota un vaso de miel.