Trabajos de excavación en uno de los recintos del conjunto de Cerro del Villar. | Redacción Digital

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Un catastrófico incendio ocurrido hace unos 2.700 años ayudó paradójicamente a conservar de forma excepcional los restos del Cerro del Villar, en Málaga, que en la última campaña arqueológica se ha confirmado como uno de los principales yacimientos fenicios del Mediterráneo occidental. «Lo que en el pasado fue una catástrofe, para los arqueólogos hoy es una oportunidad», ha resaltado este jueves durante una visita al yacimiento el profesor de la Universidad de Málaga José Suárez, director del equipo investigador de la excavación.

Antes de la tercera campaña de investigación, desarrollada durante el último mes, «no se podía imaginar que había dos fases arquitectónicas dentro del siglo VII antes de Cristo, una de ellas de un incendio del que han aparecido hasta las vigas quemadas que rompieron las ánforas, que están completas sobre el suelo». Porque, como precisa Suárez, «la madera no se conserva si no se quema, y gracias a haberse convertido en carbón se puede saber ahora qué tipo de madera usaban para construir las vigas de las casas», y se han hallado además «restos de esteras bajo las ánforas, que se conservan también porque se quemaron».

Los últimos hallazgos «abren unas posibilidades de investigación extraordinarias» y dan a entender que uno de los episodios cíclicos de inundaciones que sufría el enclave, en la desembocadura del río Guadalhorce, «obligó a elevar los suelos con unos muros de piedra muy importantes». En el edificio que sufrió ese incendio también han aparecido semillas de vid o de cebada, que permiten saber más sobre la alimentación en la época, y se está analizando el contenido de las ánforas, que puede estar relacionado con el vino.

«El Cerro del Villar se confirma como uno de los yacimientos más importantes del Mediterráneo occidental, sobre todo por la accesibilidad y por el estado de conservación excepcional de sus estructuras», ha resaltado el profesor, que ha destacado además el «urbanismo complejo con calles y manzanas» que ha salido a la luz.

Pese a las inundaciones y ese incendio, sus habitantes siguieron considerando este enclave estratégico e insistieron en un nuevo proyecto arquitectónico, aunque un nuevo episodio catastrófico, en este caso un temporal marino fuerte, les llevó a trasladarse, a finales del siglo VII antes de Cristo, a la margen izquierda del río Guadalmedina, origen de la Málaga actual. «Una vez convertido esto en una zona secundaria respecto a Málaga, como un polígono industrial para la producción de ánforas, el lugar se abandona y después los romanos piensan que es un buen sitio para una fábrica de salazones», explica Suárez.

Entre los grandes hallazgos de esta última campaña resalta además una pequeña cabeza femenina de terracota «que podría formar parte de una ofrenda, al haber aparecido donde el año pasado se halló un ungüentario, que podía ser otra ofrenda, quizás porque esa zona era entendida como un sitio sagrado». También se ha hallado un pendiente amorcillado de cobre en la zona donde se cree que estaba el puerto o fondeadero de esta ciudad al haberse encontrado un ancla rota en campañas anteriores. Los arqueólogos han desenterrado además un horno para producir cerámicas, junto al que se pueden observar amontonadas las piezas que se desechaban al ser defectuosas, y se sabe que estos envases llegaban a todo al Mediterráneo y se han encontrado algunos construidos en Málaga incluso en Atenas.

Suárez ha recordado que, administrativamente, está garantizada solo una campaña de excavación más el próximo año, y en caso de obtener una prórroga de las instituciones «habilitaría para trabajar al menos cuatro años más». Este año han participado en la campaña un centenar de personas, entre alumnos y voluntarios de la Universidad de Málaga y «un grupo importante» de la Universidad de Chicago, pero la próxima semana los restos serán cubiertos con una capa de geotextil, grava y el mismo sedimento que había antes «para que el sitio se quede como estaba». El director advierte de que el trabajo no ha hecho más que comenzar. «Tenemos unos 50.000 metros cuadrados, está menos de un 5 por ciento excavado y queda mucho por excavar, pero el estado de conservación es excepcional», insiste Suárez.