Este problema requiere de un diagnóstico y un tratamiento individual, ya que las causas y los tipos varían dependiendo de la gravedad.
Los síntomas más frecuentes suelen ser la sequedad ocular, el enrojecimiento, el picor o escozor, la fatiga ocular, la sensación de un cuerpo extraño dentro del ojo, la irritación, el lagrimeo o los ojos llorosos, la sensibilidad a la luz o la visión borrosa.
Las causas que motivan la aparición de este síndrome pueden ser diversas, pero generalmente se produce por una escasa producción o una excesiva evaporación de lágrimas. También sucede porque estas tienen una baja calidad «debido a problemas como la disfunción de las glándulas de Meibomio (falta o alteración de los lípidos de las lágrimas) o la blefaritis (inflamación del párpado)», explican desde el IMO. En este sentido, las causas frecuentes que pueden dar lugar a estos problemas son las siguientes:
La detección precoz es clave para actuar de forma rápida y evitar posibles afecciones que pueda originar este síndrome. Por ello, es importante acudir a revisiones oftalmológicas de forma regular.
Para diagnosticar este problema se tienen que realizar una serie de pruebas como un examen ocular completo, medir el volumen de las lágrimas (prueba de Schirmer) y determinar la calidad de las lagrimas, tal y como indican en Mayo Clinic. Las clínicas especializadas cuentan con diversas herramientas y tecnologías para realizar este tipo de pruebas.
Respecto al tratamiento, el especialista determinará cuál es el adecuado dependiendo de la causa, del estado clínico del paciente y de los síntomas que padezca. En la mayoría de casos leves se utilizan gotas oftalmológicas (lágrimas artificiales) o pomadas lubricantes para humedecer la superficie ocular.
En todo caso, es necesario llevar a cabo una serie de rutinas y cuidados para tratar y prevenir el ojo seco, sobre todo aquellas personas que presenten factores de riesgo. El Instituto de Microcirugía Ocular ofrece los siguientes consejos:
Higiene palpebral: aplicar calor, masajear los párpados, parpadear con frecuencia y limpiar las pestañas con soluciones específicas.
Tener precaución en el caso de utilizar lentillas. Consultar el tipo de lentes que sea más aconsejable y mantenerlas de forma adecuada.
Evitar factores ambientales que puedan generar este problema como la calefacción o el aire acondicionado. También la polución ambiental.
Utilizar humificadores para el aire seco en espacios interiores.
Proteger los ojos con gafas homologadas.
Aplicar lágrimas artificiales si padeces esta afección para hidratar los ojos.
Realizar descansos de la vista cada poco tiempo, sobre todo si se utilizan pantallas electrónicas, y evitar frotarse los ojos.
Consumir ácidos grasos omega 3 en las comidas o en suplementos.
Usar medicamentos antiinflamatorios u antibióticos siempre bajo prescripción médica, si fuera necesario.
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