En este sentido, precisa que se trata de «un comportamiento que podemos ver y vivir como inadecuado, perturbador o molesto, pero que hay que entenderlas como un fenómeno natural en el desarrollo de los niños». Las rabietas son especialmente frecuentes en la franja de edad de 1 a 3 años, aunque también se pueda dar en niños más mayores. «Para ellos es una forma de expresar su rabia y frustración contenidas», explica Almarcha.
Ante estas situaciones, muchas veces incómodas, muchos padres se preguntan qué tenemos que hacer. «Como educadora en Disciplina Positiva para Familia la primera recomendación que podría dar es: mantener la calma lo máximo posible. Estamos ante un estallido emocional y responder con otro estallido emocional no va a ayudar a que nuestro hijo se calme. Respirar profundamente unas cuantas veces puede ser un recurso muy útil ya que nos daré un tiempo extra para dar una mejor respuesta».
Otra recomendación es «validar sus emociones: entender el momento emocional que está viviendo, ver más allá de la conducta sin entrar en juicios ni críticas». Además, la coach propone acompañarlo con firmeza y amabilidad. En este sentido, sugiere decirle al niño palabras como «entiendo que estés enfadado o triste porque tú quieres quedarte un poco más en el parque y ahora hay que irse a casa».
En este puntos, asegura que es «importante que tu hijo note que estás presente. Bajar a su nivel y mirarle a los ojos mientras le hablamos con clama, hará que se sienta ese conectado favoreciendo una mejor comunicación, tan importante en estos momentos».
Otra estrategia sería evitar dar explicaciones. «En estos momentos es mejor repetir el mismo mensaje desde la tranquilidad que explicar lo que queremos como adultos», sostiene.
También servirá de ayuda redirigir su atención dando opciones válidas cuando sea posible y que ayuden al niño a salir del bucle , siempre acompañando y validando sus emociones. Otra de las recomendaciones es «evitar el chantaje emocional. No ayuda a crear conexión ni vínculo con nuestros hijos».
En el caso de no saber cómo actuar, la educadora en Disciplina Positiva para Familia sostiene que «lo mejor es mantener el contacto físico. Un buen abrazo desde el corazón puede hacer milagros. Y si al oído le decimos 'estoy aquí' puede generar magia».
Almarcha destaca que es muy importante «entender que el cerebro del niño en estas edades está dominado por la parte inferior, más primitiva donde los impulsos, las emociones básicas y los instintos son los dominantes, nos hará más flexibles a la hora de tomarnos en plan personal las rabietas».
Además, explica que «detrás de una mala conducta o de una rabieta hay necesidades que no están cubiertas y los niños a estas edades no tienen recursos suficientes para expresar y gestionar lo que están sintiendo lo que se puede traducir en esos estallidos que pueden poner al padre o madre en una situación incómoda. Sentir la emoción es natural y es sana, la conducta que se deriva de ella es la, que como padres, tenemos que guiar». En este punto, asegura que «tenemos la responsabilidad de cubrir las necesidades de nuestros hijos y generarles un ambiente de bienestar, pero no cubrir sus deseos».
La coach expone que la «Disciplina Positiva acerca un modelo de crianza amable y firme a la vez, donde se ponen límites basados en el respeto mutuo, ayuda a los niños a sentirse importantes (conexión), es eficaz a largo plazo, enseña valiosas habilidades de vida (como respeto, participación, responsabilidad…), ayuda a que los niños desarrollen sus capacidades y sean conscientes de ellas…».
Por último, insta a «evitar gritos, chantajes y luchas de poder para construir un ambiente que genere crecimiento y lo que están llamados a ser».
1 comentario
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Pienso que ante una rabieta de un niño, la mejor opción es explicarle el por qué de nuestra actitud y después si sigue con la rabieta, ignorarlo y, ante todo, no consentirle que se salga con la suya. Con tantas teorías psicológicas, emocionales y demás que se publicitan en la actualidad y tanto miedo al trauma y estrés en los niños, estamos creando una futura generación de "blanditos /sobreprotegidos" que ante el primer problema serio que les planteará la vida, no tendrán los recursos suficientes para salir adelante. Ni la rigidez de antaño, ni la permisibilidad de ahora.