En este punto, aclara que «más allá de esos roles, la culpa es un sentimiento que puede afectar a muchas personas y no depende de un perfil concreto, teniendo como punto en común el malestar que genera, y que puede influir directamente en la forma en la que actúan, en sus relaciones; y en general, en la forma en la que se hablan a ellos mismos. Aunque precisa que «las emociones cumplen una función adaptativa, es decir, nos ayudan a ajustar nuestra conducta a una ética que no perjudique a nadie, en ocasiones la culpa deja de desempeñar esta función adquiriendo una forma más desadaptativa, diferenciándose por un mayor grado de intensidad y malestar al ir ligada a otras emociones displacenteras como tristeza, frustración, impotencia… Lo que no hace más que retroalimentar el sentimiento de culpa en sí y generar un cierto bucle».
Almarcha explica que nos paramos a analizar y nos preguntamos por qué sentimos culpa, en la mayoría de los casos va ligado a algo que hicimos o dijimos o no en el pasado y que, cuando pensamos en ello nos genera pensamientos nada constructivos; también se puede dar que en el presente estemos haciendo o no aquello que se supone que se «debería». Por último, pensar en algo que vamos a hacer o no en el futuro igualmente nos puede ocasionar pensamientos que nos generen culpa. Este planteamiento nos pone sobre la mesa, por un lado, los pensamientos en forma de juicios que están basados muchas veces en creencias, en cánones establecidos, normas sociales que nos llevan a la dicotomía de «correcto» e «incorrecto»; y, por otro lado, el efecto que genera en nosotros como personas esa especie de juez que, no es otro que una forma de «castigo» disfrazado de emociones desagradables, las cuales podemos sufrir por un largo período de tiempo. La coach sostiene que «nos podemos dar cuenta de que el sentimiento de culpa va íntimamente ligado a la forma en la que nos hablamos, nos cuestionamos, nos tratamos y, sobre todo, si somos capaces de perdonarnos o no».
Claves para dejar de retroalimentar la culpa:
Almarcha asegura que «cualquier estrategia, pauta, clave, etc. pasa por tomar conciencia de lo que está en nuestras manos hacer para que la situación cambie y que somos nosotros los responsables de cómo elegimos sentirnos. Así pues, es importante empezar por identificar los juicios que surgen ante la situación que ha generado culpa. Una vez más: no somos nuestros pensamientos y si estos van cargados de juicios morales menos todavía».
También es importante «identificar las conductas que sueles repetir donde aparece la culpa; puede darse el caso de que las tengas tan normalizadas que no seas consciente, pero quizá sea el momento de poner atención». Además, «se debe aceptar que en muchas ocasiones vas a actuar de una forma que vaya en contra de lo establecido o de lo que has aprendido. En este caso, recuerda que «cuando dices no a algo, estás diciendo que sí a otra cosa que también es importante para ti. Darte cuenta e identificar las necesidades que también estás cubriendo con la conducta que realizas te ayuda a ser más compasivo contigo y no tan juez». Otra clave es «bajar tu nivel de exigencia sobre cómo deberían ser o cómo deberías hacer las cosas; esto te ayudará ha rebajar la tensión si no cumples ciertos estándares, marcados en parte desde tu mente».
«Una vez hemos incorporado las anteriores pautas, es importante querer reparar el daño. Esto pasa por expresar tus sentimientos, cómo te sientes ante lo que ha pasado, pedir perdón y realizar todas aquellas conductas que se dirijan a demostrar a la otra persona que te arrepientes de lo que ha pasado y que, al mismo tiempo no vas a volver a repetirlo». La coach concluye que «la culpa nos puede bloquear, paralizar, llevar a pensar que no existe la posibilidad de cambio…y esto es posible, sobre todo, si nos mantenemos en esa posición. Ahora bien, el cambio radica en pasar a responsabilizarnos de nuestras acciones para perdonarnos, admitir que existe el error y que podemos darnos permiso para equivocarnos sin que pase nada. En una palabra, pasar de cargar la culpa, a vivir desde la responsabilidad afectiva de mis acciones».
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