La piscina es uno de los lugares favoritos de los niños en verano. | Pexels - Oleksandr Pidvalnyi

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Las piscinas son lugares muy frecuentados en verano, aunque en invierno las cubiertas también son muy populares. Por ello, hay que tomar precauciones en cuanto a cómo afecta el cloro a la salud del pelo, la piel y los ojos, sobre todo, de los más pequeños. Asimismo, es crucial que todas las piscinas cumplan unas normas de higiene básicas. El uso de cloro (hipoclorito sódico) es necesario para eliminar microorganismos que puedan ser el origen de infecciones. Este producto oxida las partículas orgánicas complejas de los fluidos humanos, las bacterias, los hongos o las algas y los transforma en compuestos más simples que se evaporan.

¿Cuál es la cantidad óptima de cloro?

La cantidad correcta de cloro en piscinas oscila entre 0,4 y 2 miligramos por litro. Nunca ha de superarse ese intervalo, ya que, según explica el Ministerio de Sanidad, «un nivel excesivo de cloro puede generar irritaciones en los ojos, e incluso problemas respiratorios, sobre todo en niños y en ambientes cerrados como pueden ser las piscinas climatizadas o spas». El aparato respiratorio de los niños es más proclive a irritarse ante fuertes olores como el del cloro. Por otro parte, un olor intenso indica una insuficiente cloración, es decir, el cloro se ha consumido para neutralizar la suciedad, y en ese proceso ha generado unos compuestos volátiles irritativos, culpables de los malos olores y vinculados a los problemas de salud.

Síntomas del exceso de cloro

Un real decreto de 2013 establece los criterios y controles que deben cumplir tanto las piscinas, sean de uso público o privado, como la calidad del aire en las que son climatizadas. También, hay estudios que demuestran que el exceso de este químico es perjudicial a largo plazo, según un grupo de expertos de la Facultad de Medicina de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), «la asistencia a piscinas durante la infancia se asocia a un mayor riesgo de bronquiolitis, con el consiguiente aumento del riesgo de asma y sensibilización alérgica». Paralelamente, a corto plazo, lo primero que se puede observar en un niño que ha estado expuesto es la irritación de las mucosas nasales. También, se puede manifestar una tos frecuente y una molestia en la garganta. Sin embargo, no hay motivos para alarmarse, según aclara la Sociedad Española de Neumología, tan solo se debe prestar atención.