Tener momentos de calidad es imprescindible para ser feliz. | Freepik

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Últimamente parece que la calidad de nuestra vida diaria pasa por llenar nuestras agendas de actividades diversas, algunas están cargadas de obligación, y otras, aunque el fin pueda ser lúdico, nos siguen manteniendo en el hacer. Las prisas hacen que vivamos la vida haciendo scroll de cada instante que compartimos, queriendo pasar al momento siguiente sin acabar de disfrutar en el que estamos. Vamos con una inercia que lo envuelve todo, desde nuestras relaciones laborales hasta nuestras relaciones personales, pasando por la relación con nosotros mismos. Y, es que, eso de bajar el ritmo en una sociedad cada vez más frenética, resulta complicado y poco orgánico. Ya no resulta raro escuchar la típica frase «Necesito desconectar».

Reservarse tiempo de calidad parece un lujo solo al alcance de muy pocos y una utopía, cuando en el fondo, somos promotores de nuestro bienestar y de la calidad de nuestros momentos. El tiempo de calidad nos regala bajar los ritmos, estar presentes y poder reflexionar sobre la forma en la que estamos organizando nuestra vida en relación con lo que hacemos, el tiempo y los ritmos frenéticos que hemos normalizado y que se alejan de lo que realmente el cuerpo nos pide.

Las prisas pasan factura a todo lo que tocan. Nuestras relaciones personales se ven inmersas en dinámicas e inercias que, si nos despistamos, nos alejan del cuidado mutuo; bajar el ritmo nos ayuda a vivir más atentos al momento presente, generando un espacio de mayor de presencia y regalando la oportunidad de volver a reconectar. Y, al mismo tiempo nos ayuda a mantener ese equilibrio entre dar y recibir cuidados y atención.

Otro beneficio que nos aporta el reservarse tiempo de calidad para uno mismo es la oportunidad de generar espacios de autoreflexión tan necesarios para poder escuchar las respuestas a esas preguntas que, solo en la tranquilidad podemos atender.

Lo cierto es que cada vez tenemos más ruido en nuestras mentes. Las exigencias que vienen del exterior nos ponen a diario en situaciones donde nos cuesta decidir por miedo a fallar y, poder tener ese tiempo para ver las cosas desde otra perspectiva, puede marcar la diferencia entre reaccionar por inercia o hacer las cosas de forma más consciente.

El tiempo de calidad compartido con las personas que más nos aportan y nos generan bienestar es posiblemente de esas decisiones que repetiríamos una y otra vez. Además, de generar espacios de confianza y respeto mutuo, sentirnos que podemos compartir sueños, metas y vivencias sin juicio nos aporta un gran bienestar y plenitud. Pero, como todo, también las amistades se cocinan a fuego lento con el tiempo necesario.

¿Cómo crear tiempo de calidad?

Para poder crear esos espacios de tiempo de calidad necesitamos, por un lado, entrenamiento; y no te hablo de hacer más ejercicio físico, sino de entrenarte en dejar de llenar tu agenda de actividades, a aprender a decir más veces no a muchas de las propuestas que te hacen, a priorizar sin sentirte culpable y, sobre todo, a valorar tu tiempo como el bien más preciado.

Y, por otro lado, hacernos conscientes que, inevitablemente, va a tener que coexistir nuestra voluntad de cultivar tiempo de calidad con las prisas de una sociedad que en muchos momentos nos va a reclamar de nuevo que estemos a pie del cañón.

Hemos pasado del aburrimiento a no tener tiempo para aburrirnos y, por en medio, se hace necesario reaprender a parar y valorar el tiempo de calidad, dándole la importancia que se merece. La vida y, sobre todo, nuestros cuerpos llevan y siguen el ritmo de esa música interna que nos habla de paz, tranquilidad y serenidad y, aunque el exterior no nos lo pone fácil, es necesario que sintonicemos la mejor emisora para poder bailar al mismo son.