Imagen de una mujer haciendo deporte en plena naturaleza. | KIM LUDBROOK

TW
0

Vivimos queriendo exprimir la vida como si fuera una naranja, llenándola de estímulos que hacen que ocupemos nuestros días de multitud de actividades. Vivimos en un multitasking sin freno, donde se mezcla contestar un mail, con responder un WhatsApp, con atender a una llamada mientras vamos andando por la calle; todo en el mismo momento, nos aceleremos y nos alejemos de esa tranquilidad que, en el fondo, es la que necesitamos para poder tener el bienestar necesario que nos ayude realmente disfrutar como queremos de la vida.

Nos hemos hecho buenos en vivir desde las prisas y desde la satisfacción inmediata, pero hemos dejado por el camino el entender que, si queremos exprimir y disfrutar realmente de la vida, lo que más necesitamos es cultivar nuestra tranquilidad y nuestra presencia, para así poder vivir nuestros días con mayor plenitud.

La importancia de dotar a nuestros días de tranquilidad es esencial si queremos reducir los niveles de estrés tan normalizados que tenemos y a los que parece que no queda otra opción que habituarnos.

Otro beneficio donde se plasma el ir por la vida con más tranquilidad, es que aumenta la capacidad de concentración que tenemos cuando realizamos algo. Nuestra atención se potencia al no estar pendiente de tanto ruido externo que solo hace que nos despistemos de lo realmente importante.

Estar en calma, nos ayuda a coger perspectiva sobre los problemas o conflictos en los que nos vemos envueltos y poder reflexionar sobre ellos desde una posición más neutral al no estar en automático, donde nuestras respuestas surgen más desde una intención de ganar que desde esa intención genuina de querer conectar.

Alejarnos de las prisas requiere poner mucha atención en todos esos elementos estresantes que rodean nuestro día a día pero que hemos normalizado e incorporado como una rutina más; sin darnos cuenta de que justamente eso, es lo que nos aleja de poder exprimir la vida y disfrutarla.

Es necesario crear un oasis de calma y tranquilidad que nos ayude a bajar ese ritmo tan frenético que la vida nos impone. Para ello, necesitamos cultivar ciertos hábitos con la constancia suficiente para poder ver y disfrutar de sus beneficios a largo plazo.

Sin duda, las tecnologías han supuesto un gran adelanto en nuestras vidas, pero al mismo tiempo, nos han robado horas de vida y de contacto real. Si queremos empezar a construir ese oasis que tanto anhelamos, es importante empezar por establecer límites en el uso de la tecnología. Una desconexión digital paulatina nos ayudará a reducir el estrés diario provocado por las continuas notificaciones, que nos alejan de lo realmente importante, al robarnos nuestra atención.

Los paseos son una excelente forma de tomar aire y desconectar, sobre todo si los hacemos por la naturaleza. Buscar un parque cercano donde podamos combinar naturaleza y espacio al aire libre nos ayudará a no tener pereza e incorporarlo como hábito.

Crear momentos de lectura en silencio es, sin duda, la mejor manera de evadirse del mundo. Leer nos regala la oportunidad de vivir otras vidas, otros momentos, de alejarnos de la realidad, al mismo tiempo que disfrutamos de un momento a solas, sólo para nosotros.

Y, por supuesto, nos queda la meditación. Ideal si queremos bajar el ritmo de nuestros pensamientos y convertirnos en meros observadores de ellos. La meditación nos ayuda a observar nuestros pensamientos sin aferrarnos a ellos, lo que nos va muy bien en nuestro día a día cuando somos presos de pensamientos en bucle que solo generan en nosotros sentimientos incómodos y luchas internas al querer que las cosas sean de otra manera.

Vivir desde la tranquilidad nos aporta el equilibrio necesario para vivir la vida como si estuviéramos exprimiendo una naranja, al mismo tiempo que, somos capaces de parar y disfrutar de todo lo que experimentamos al poner nuestra presencia al servicio de los momentos.

Al darnos permiso para disfrutar de la tranquilidad, dejamos de ser presos de las prisas y pasamos a disfrutar de lo que nos rodea, sabiendo que ese día no se volverá a repetir y que la vida solo se puede vivir cada día.