La afición arropa al Atlético Baleares en el último entrenamiento antes del partido de vuelta contra el Mirandés | Javi Padilla

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Un aroma a jornada histórica impregna este domingo (18:00) Son Malferit. El Atlético Baleares busca su gesta para agotar la última vía del ascenso y lo hace desafiando a un Mirandés que parte con la renta de los dos goles conseguidos en la ida en Anduva. El conjunto de Manix Mandiola se ha conjurado para firmar una remontada que pase a formar parte de la memoria colectiva de los balearicos, que se resisten a dejar escapar el sueño de regresar a Segunda tras más de medio siglo de espera.

Cuando escasean los argumentos objetivos que respalden las opciones de remontada entra en escena la fe blanquiazul. Es difícil de explicar y de entender, pero es un arma poderosa que se ha ido afilando en los días previos a la madre de todas las batallas. Es la confianza que se ha forjado un grupo de jugadores que conquistó el grupo tercero, que acarició la gloria ante el Racing y que se levantó para tumbar al Melilla para situarse de nuevo a un partido de conquistar la ruta de la plata.

La épica le concede al partido el envoltorio ideal para firmar un hito en la historia del Atlético Baleares, pero al final todo se resolverá sobre el césped y con el balón, que no entiende ni de corazón ni justicia y tampoco de cobrarse deudas del pasado. Los locales apelan a su fortaleza en Son Malferit, donde, al margen de contar con el respaldo de una afición entregada, han exhibido un gran rendimiento a lo largo de todo el curso. Su intensidad, fiabilidad defensiva, juego directo y poderío en las acciones de estrategia elevan el nivel en su feudo, donde su adaptación a la superficie y las condiciones le convierten en un conjunto muy peligroso.

Precisamente es el mensaje que deslizó Íñigo Arriola en un entrenamiento y que fue captado por las cámaras de IB3. El que no tiene nada que perder se convierte en alguien muy peligroso y con esta intención saltarán al campo los blanquiazules, que tendrán que limitar el fútbol de toque de un Mirandés que ya exhibió su potencial en Anduva, donde, además de lucir su nivel, lució eficacia de cara a puerta. Frenar el caudal de juego que generan los hombres del centro del campo burgalés y taponar sus incursiones por los flancos también aparece en la pizarra balearica.

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No le queda otra a los hombres de Mandiola que imponerse desde el pitido inicial. En el vestuario blanquiazul nadie piensa en un 3-0 porque la única premisa es conseguir el 1-0. Un gol del Mirandés dinamitaría la eliminatoria, por lo que tampoco conviene perder de vista las tareas defensivas. Adelantarse en el marcador es la única oportunidad de engordar la ilusión. Incluso un tanto en el 80 dejaría un cuarto de hora para tratar de igualar la final.

Así lo ha defendido el propio Mandiola, que esta semana ha recibido la buena noticia del regreso de Kike López, que volverá al lateral derecho. Rubén González también completó el último entrenamiento junto al resto de sus compañeros y estaría en condiciones de forzar para formar pareja con Vallori con José Peris en el lateral izquierdo.

Las bajas por sanción de Marc Rovirola y Alberto Villapalos obligan al técnico vasco a reinventar un centro del campo sin ningún jugador de corte defensivo. La escasez de maniobra que le confiere la plantilla en esa zona del campo propicia que Francesc Fullana y Pedro Ortiz se postulen como los hombres de la sala de máquinas, mientras que la principal novedad podría ser Hugo Díaz en detrimento de Marcos Jiménez de la Espada.

El calor planea como otro de los factores a tener en cuenta en un partido en el que la tensión y la fatiga acumulada condicionarán el físico. El ATB se vaciará porque necesita intensidad y el Mirandés, que tiene a Yanis con molestias, que pasen los minutos. Los visitantes, que quieren revivir el ascenso de 2012 en el Estadi Balear, han advertido que no renunciarán a su estilo pese a las dificultades que plantea un campo en el que la gloria aguarda a unos u otros.