Joan Horrach, en primer término, rueda hacia el Puig Major con la nieve poblando la Serra. | Jaume Morey

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Era el día señalado, la jornada con la que sueña todo ciclista profesional. Y Deià salió a la calle, no escondió su admiración por los profesionales a los que ha visto nacer y crecer. La localidad de la Serra fue una fiesta para albergar la penúltima prueba de la Challenge, y sólo faltó la guinda para hacer más inolvidable el día. La gloria se la quedó el portugués Rui Costa y pasó a formar parte del amplio historial del Caisse d'Epargne, pero la épica y el cariño se lo llevaron Joan Horrach y Vicenç Reynés. A Marc, el hermano pequeño del corredor del HTC Columbia, le pesaron los nervios y el frenético ritmo que volvió a imprimirse en carrera (un promedio de 41,3 km/h). El rookie del PSK Whirpool acabó por ser testigo directo de la proeza que Joan y Vicenç rozaron.
Y eso que nada más salir, el grupo puso la directa, demostrando la ambición que destila a lo largo de la semana y que hizo que, de nuevo, los ciclistas llegaran a meta con antelación sobre los horarios previstos, derrochando entrega y ganas en cada pedalada.


Hostilidades
Un grupo de valientes, con el campeón de España, Rubén Plaza (Caisse d'Epargne) o Francis de Greef (Omega Pharma Lotto) fue el primero en desatar las hostilidades. Por detrás, no tardaba el grupo en partirse en tres paquetes principales. Ya se encargaba Joan Horrach (Katusha) de animar el día, con tirones como el protagonizado en el descenso hacia s'Esgleieta. Por detrás, Vicenç Reynés no perdía detalle y aguardaba su momento.
Un pelotón de dieciséis unidades ganaba medio minuto de renta sobre un grupo importante, y ya era 1:40 el margen sobre el paquete principal. Quedaba mucho llano por delante antes de comparecer el Coll de Femenia, pero ya se empezaba a poner a prueba la capacidad de respuesta de los favoritos: Joan Horrach y Vicenç Reynés. La unidad del pelotón era ya una realidad, y con ella, el Milram volvió a reclamar su cuota el protagonismo que derrochó en Jnca. Se dejaba ver Linus Gerdemann, y Fröhlinger y Förster aparecían para acaparar el sprint especial de Inca.
Los ataques se sucedieron en los kilómetros posteriores, pero fue el Coll de Femenina el que realizó la primera selección de aspirantes a la gloria en meta.

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Horrach y Reynés no le perdían la cara a la carrera, y la nieve empezaba a ser compañera de viaje de los corredores, que hallaban en el avituallamiento un aliado contra el frío que empezaba a castigar sus cuerpos.


Fortaleza
Katusha, Footon Servetto, Milram y Caisse d'Epargne ejercían el control de la carrera, con Frank Schleck como invitado de honor. De hecho, el luxemburgués fue el primero en Femenia, antes de que Botcharov (Katusha) y Capecchi (Footon-Servetto) se lanzaran a la aventura. Rein Taaramae (Cofidis) quiso unirse a la fiesta. Las rampas del Puig Major derritieron su sueño y Gerdemann se propuso animar otra vez el día.
Pero el alemán no contaba con la ofensiva de Horrach. Llegaba el momento decisivo, el largo descenso hacia Sóller, y el veterano ciclista de Deià quiso desafiar a la fortuna, con la motivación añadida de brindar una alegría a los suyos. Vicenç Reynés intentó seguir su estela, pero Rui Costa y Taaramae fueron los que mejor supieron asimilar el demarraje del dorsal número uno de la Challenge, que asumió el peso de la fuga con un objetivo en mente: la victoria.
La ventaja del trío fue creciendo con el paso de los kilómetros, llegando al medio minuto. Conocedor palmo a palmo de la zona, Joan puso la directa rumbo a la Vall, aunque todavía quedaba la ascensión al Coll d'en Bleda, verdadero juez del Trofeo Deià. Taaramae era el primero en caer del trío, y en la subida rumbo a la meta, Horrach continuó cargando con el grueso del trabajo. Rui Costa sabía que su rueda era la buena, que pocos conocían el camino como Joan, y el tramo final se convirtió en un mano a mano.
Por detrás, Vicenç Reynés intentaba recortar distancias entre una ristra de corredores que pagaba las consecuencias del ritmo de carrera y la climatología.
Pisado Deià, Rui Costa no tuvo piedad, demarraba y daba al Caisse d'Epargne -el equipo para el que Horrach trabajó cinco temporadas- una victoria que quedó en segundo plano. Todos miraban y espoleaban a su vecino, a su amigo, mientras el portugués alzaba los brazos en meta (3:27:21, a 41,3 km/h). El segundo puesto sabía a victoria, pues Joan lo intentó y se hizo más grande ante los suyos, al igual que un enorme Vicenç Reynés. Ellos hicieron que Deià vibrara de verdad con el ciclismo y con los suyos.