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No podía imaginarse una mayor repercusión para el primero de los actos de celebración de la vigésima edición de la Challenge. La organización temía que el Trofeo Palma de Mallorca pudiera ser escenario de una protesta que marcará un punto de inflexión, y su intuición no les falló. Al final, la fiesta lo fue, pero estuvo a punto de irse al traste la ilusión de los miles de aficionados, patrocinadores, promotores, e incluso los propios protagonistas, tras un conato de plante que sembró la incertidumbre. Minutos antes de las doce del mediodía, el Passeig Marítim se preparaba para dar el pistoletazo de salida al calendario ciclista en suelo español. En pleno debate sobre el uso del 'pinganillo', o lo que es lo mismo, de las radios de equipo, muchos corredores, en especial los de equipos ProTour, comparecieron en la línea de salida armados con un elemento que se ha convertido en indispensable. Ante esa situación, y amparándose en el reglamento que desde 2011 alcanza a las pruebas de Clase 1, como los cinco trofeos de la Challenge Ciclista a Mallorca, el Jurado Técnico de la UCI avisó que, si no se retiraban los 'pinganillos', no habría carrera. Comenzaron los nervios y la inquietud se apoderó de la atmósfera. Manuel Hernández improvisaba una reunión de urgencia con los directores de los equipos. Alain Gallopin (RadioShack) ejercía de portavoz de un colectivo que no cedía ni un milímetro en su postura, opuesta a la eliminación de ese elemento y a las imposiciones de la UCI. La intervención de Eusebio Unzué (Movistar) y Matxín (Geox-TMC) calmó los ánimos. Se decidió salir con 'pinganillo' y dar marcha atrás a partir de hoy, en Son Servera, por el bien de la prueba. El jurado optaba por no dar validez a los resultados de una carrera que se disputó sin árbitros y que la UCI consideró en un comunicado como «un entrenamiento». Pero el espectáculo ciclista no se detuvo. Eso sí, hoy en Qatar se puede repetir la historia.