Algo está fallando en el Real Mallorca para que la señal de alarma
empiece a sonar con fuerza en las inmediaciones de Son Moix. Dos
partidos jugados, dos penaltis fallados y dos actuaciones, una para
olvidar y otra que roza lo humillante.
Esto es el bagaje de un equipo que ha empezado deambulando y que
ha levantado todo tipo de sospechas. Después de dos partidos el
equipo ha dejado varias cosas claras. La defensa ya no es la línea
más sólida del equipo y los rivales desbordan con facilidad. El
centro del campo no tiene capacidad de creación, todo depende de la
brillantez de Ariel Ibagaza y la delantera es un juguete en manos
de las defensas rivales. Los puntas ni asustan, apenas llegan y
cuando llegan lo hacen para echar el balón a la grada o para
entregarlo a las manos del portero.
A todo esto el grupo mallorquín se desmorona con una facilidad
de espanto y ya no tiene esa fuerza moral de antaño que convertía
al equipo en un conjunto sólido capaz de superar las más adversas
situaciones.
Aragonés tiene un fácil escudo a la hora de intentar dar
explicaciones al respetable. Faltan Stankovic, Eto'o, Luque y
Finidi. El de Hortaleza les espera a todos como agua de mayo ya
que, hoy por hoy, sin estos hombres el equipo no parece capaz de
dar la talla. A todo esto el manual de Luis está quedando en
entredicho ya que, hasta la fecha, el técnico del Valladolid,
Pancho Ferraro y el propio Héctor Cúper, han superado en la pizarra
al preparador mallorquinista.
Es cierto que el Mallorca tiene su potencial seriamente mermado
por la bajas de los futbolistas mencionados anteriormente, pero no
es menos cierto que Aragonés se permite también el lujo de tener en
el banquillo a Miquel Àngel Nadal, un futbolista que fue
determinante la pasada temporada y que dio sobradas muestras de
experiencia y de saber estar y comportarse en los momentos
complicados.
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