Un triunfo incontestable del Atlético de Madrid y dos goles de Fernando Torres despidieron este domingo con emoción, pasión y victoria (3-1) el estadio Vicente Calderón contra el Athletic Club, desbordado y doblegado desde el minuto 10 y con el objetivo europeo todavía pendiente de la final de la Copa del Rey.
Una inquietud para el conjunto bilbaíno, que no existió hasta el minuto 70, hasta que Iñaki Williams anotó el 2-1, de un partido que terminó 3-1, con el tanto del argentino Ángel Correa, y que ya antes había apuntado a goleada a favor del equipo madrileño, mejor siempre sobre el terreno de juego que su rival y en un campo que ya no pisará más, pero que permanecerá irreductible en el tiempo.
Este domingo fue su última tarde, de melancolía y emoción, en la despedida oficial de su casa durante el último medio siglo, durante 1.227 partidos oficiales, durante muchos duelos memorables, el escenario de la Copa Intercontinental, de dos Ligas, de inolvidables momentos y triunfos, de gestas, remontadas e incluso de decepciones que construyeron lo que hoy es y será siempre para toda su hinchada.
Mientras la modernidad y el cambio de campo devora definitivamente el Vicente Calderón, el Atlético hacía lo propio con el Athletic. En diez minutos, en un momento, aunque no hubiera absolutamente nada en juego en la clasificación para él, aunque estuviera Europa en juego para su rival. Lo merecía la cita.
También Fernando Torres, uno más, como él siempre dice, de los 55.000 espectadores que asistían al fin del Manzanares. No hay nombre quizá que despierte tanta emoción en la actual plantilla entre el aficionado rojiblanco que el suyo. Por lo que ha significado, lo que significa y lo que significará para ellos.
En diez minutos este domingo, dos goles del '9', el segundo máximo artillero de la historia del Calderón en la Liga, sólo superado por otra leyenda, José Eulogio Gárate. Los dos con tres protagonistas, Antoine Griezmann, Koke Resurrección y Torres, conectados en dos acciones que desbordaron a un Athletic incrédulo.
En el minuto 8, cuando anotó el 1-0 a pase de Griezmann, y en el 10, cuando remató el 2-0 de media chilena a servicio de Koke. Sin explicación en el Athletic, con todo lo que se jugaba. No había ningún camino tan seguro a la Liga Europa de la temporada que viene que la victoria, por lo menos a la espera de la final de la Copa.
Y nada más empezar el choque ya perdía por 2-0, apenas había amagado con unos cuantos cabezazos desviados de Aritz Aduriz en el área contraria, frente a un Atlético que siempre compite y que, aunque no cambie nada en la tabla por estos puntos, tiene en juego una victoria, una ambición irrenunciable en toda la era Simeone.
Lo demostró una vez más, este domingo reinventado de nuevo en su línea defensiva con cinco bajas en su zaga y con Saúl Ñíguez y Thomas Partey en los laterales, y lo sufrió el equipo bilbaíno, superado muchos momentos e incapaz de provocar una parada realmente de mérito de Jan Oblak en todo el primer tiempo.
Era un partido redondo hasta entonces del Atlético, que disfrutó en el campo y fuera de él. Esa satisfacción y esa comodidad del primer acto implicaba, a la vez, una reflexión en el intermedio en el Athletic, un 'juguete' en manos del equipo madrileño en varios tramos del primer tiempo, mal en defensa e irrelevante en ataque.
La primera medida fue un cambio, la entrada de Iñaki Williams, duda esta semana por unas molestias, por Ander Iturraspe; el primer síntoma de reacción fue un cabezazo de Aduriz, al que se lució Oblak, y después de nada más, de pronto un gol, anotado por el propio Williams dentro del área a 19 minutos del final. Después, el argentino Ángel Correa restableció la ventaja hasta el 3-1.
Todo mientras se sucedían los homenajes de la grada a los futbolistas, como la ovación atronadora a Torres en su sustitución -si fue una despedida lo dictarán los próximos días- y a Tiago, que sí abandonará el club, y de la grada a la propia grada, todos protagonistas esenciales de un estadio que hoy dijo adiós, más de 50 años después, con un 3-1 lleno de emotividad y al son a capela de su himno: «Yo me voy al Manzanares, al estadio Vicente Calderón...».
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