Eustaquio Muñoz, junto a su esposa, Adriana Maldonado y el recién nacido, que llevará el nombre Zidane como tributo a todo lo que ha supuesto el exjugador y técnico francés para el club blanco. | P.Bota/J.P. Martínez

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Nació en la habitación 522 de la Clínica Rotger de Palma el pasado 28 de marzo, en torno a las tres de la tarde y en víspera de Jueves Santo. Nada fuera de lo común, de no ser porque desde entonces el pequeño lleva el nombre de un marsellés que hace casi dos décadas que tiene prendado al madridismo.

Él es Zidane Muñoz Maldonado. El Zizou mallorquín. Con apenas un par de semanas de vida, el pequeño Zidane ya figura en el registro con el nombre del exfutbolista y entrenador francés y está más que acostumbrado a vestir de blanco o a lucir el escudo que llena el corazón de Eustaquio, su padre, un granadino afincado en la Isla desde principios de los noventa que transpira madridismo por todos los poros de su cuerpo desde que levanta unos palmos del suelo.

Zidane I de Mallorca

Padre de otras dos niñas, Adriana, de casi 9 años, y Zaira, de 6, la elección del nombre de su hijo no es casual. Ni siquiera es el fruto de la emoción desatada tras alguna de las conquistas que ha liderado el técnico desde el banquillo. «Hasta los cinco meses del primer embarazo de mi mujer creíamos que íbamos a ser un niño y ya tenía pensado llamarle Zidane. Por entonces él estaba retirado y ni siquiera había llegado al Castilla, pero para mí ya era un jugador que iba a estar siempre asociado al Madrid. Y mi hijo, como el Madrid, forma parte de mi vida. Mis ídolos de juventud pertenecían a la Quinta del Buitre, como el propio Butragueño o Míchel, pero ninguno de sus nombres me convencía, así que opté por Zidane, que como jugador también dejó una huella imborrable. Se lo ha dado todo al club. Es como el Miguel Muñoz de la época actual», destaca sobre Zizou, del que también portó un tatuaje no permanente en el brazo.

Para Eustaquio, el Real Madrid lo es todo. «Es mi vida», explica casi emocionado mientras relata sus vínculos con el club blanco. «Me crié en un internado en Armilla (Granada) y tenía un compañero de Almuñécar que cuando jugábamos a fútbol decía que era su paisano, Paco Bonet. Gracias a aquello me hice del Madrid y siempre se lo he agradecido», comenta sonriente.

Pero Eustaquio tuvo que batallar con su mujer, Adriana, para llamar Zidane al recién nacido. «Había perdido a su padre y tanto ella como mi suegra, al ver que iba a ser un varón, querían que llevara su nombre, que se llamara Francisco. Mi idea nos le convencía demasiado, pero lo acabaron entendiendo», apunta.

Ahora su otra gran ilusión es acudir al Santiago Bernabéu, como suele hacer al menos una vez cada temporada, para poder disfrutar de un partido de su equipo acompañado del pequeño Zidane y que el entrenador francés conozca su historia.