El delantero de la selección española Lamine Yamal (c), durante el entrenamiento realizado este sábado en su cuartel general de Donaueschingen, donde el combinado prepara el partido de la final de la Eurocopa 2024 que disputarán ante la selección de Inglaterra el próximo domingo en el Olympiastadion de Berlín. | J.J. Guillén

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Doce años después España regresa al escenario de privilegio del fútbol europeo. Instalada de nuevo en el elogio por su juego. Derribando barreras como la generación dorada, convertida en inspiración hasta llegar con pleno de triunfos a la soñada final del majestuoso Olímpico de Berlín. El último paso al crecimiento iniciado con la conquista de una Liga de Naciones que ahora cobra sentido. Con la Inglaterra de Jude Bellingham, siempre en el alambre pero finalista, como último escollo en una cita con la historia para ambas selecciones. La duda que siempre acompañó a Luis de la Fuente desde su llegada se ha enterrado. Es su Eurocopa. El golpe de entrenador para pasar de la sospecha por un pasado sin grandes proyectos en clubes, al elogio por ser la figura perfecta para impulsar al éxito a esos jugadores que ya hizo crecer en la base de la selección española. Reforzados por la herencia de Luis Enrique, que inició una transición, y por la irrupción de un futbolista que ha roto todos los esquemas, Lamine Yamal.

Un torneo que será recordado por el cambio de estilo. Por un momento, evolución. A estas alturas, una nueva forma de entender el fútbol. «Faltaba más pegada y saber transitar hacia un juego más rápido», aseguró De la Fuente. Ha sabido trasladar la evolución del fútbol a la selección. Romper con máximo respeto a lo que impulsó el estilo bautizado como 'tiqui-taca'. Eliminando el doloroso recuerdo de la última decepción. El día en que peor se interpretó, ante Marruecos en octavos de final del último Mundial, un estilo que careció de pegada. España ha recuperado la ilusión con una selección en la que apenas se creía. Aterrizó en la competición sin sentarse en la mesa de las favoritas. Elogiada por el bloque, pero desmerecida por la falta de grandes referentes. Apenas Rodri como el jefe de máquinas y Dani Carvajal desde un lateral. Sin una estrella ofensiva deslumbrante. A la final llega instalada en otra realidad. El triunfo de un grupo unido en el esfuerzo pero con futbolistas que han dado el paso al frente hacia el estrellato.

La Eurocopa tumbando récords para el recuerdo eterno de Lamine Yamal, convirtiéndose aún con 16 años en el más joven de todo lo posible en la competición. Autor de un tanto descomunal en semifinales a Francia para provocar la reacción, la segunda remontada en unas eliminatorias en las que España volvió a competir como en su etapa dorada. Situando su nombre a la altura de las leyendas que escribieron la historia más bonita del fútbol: Pelé, Maradona, Messi. Con lo que eso implica pero alejado de la presión cada vez que juega. Un niño en partidos de mayores con un descaro insólito.
Pero también el torneo de Nico Williams exhibiendo su potencial. Los dos futbolistas de una España de extremos que cambió su identidad. El salto de Fabián Ruiz como perfecto escudero de Rodri. El de Dani Olmo para ser el referente ofensivo. Primer jugador español que marcó en octavos, cuartos y semifinales. En su mano ser Bota de oro de la Eurocopa, empatado con tres tantos con Harry Kane.
Con el 2008 en el espejo. Con la exigencia que representa asemejarse a aquella generación única que pasó a la historia del fútbol junto a selecciones que la marcaron en grandes torneos. La que eliminó los miedos del pasado, cualquier barrera insuperable para España, primero en una Eurocopa y después en el Mundial. Lo ha repetido en 2024 con nuevos desafíos.

A falta de coronarse en Berlín volvió a ganar doce años después una eliminatoria sin necesidad de prórroga ni penaltis. Destrozó el reto del anfitrión, al que nunca había superado, claudicando Alemania con el vuelo eterno de Mikel Merino en el 119. Y superó a la Francia de Mbappé con dos goles de bella factura en 4 minutos a un equipo que no había recibido ninguno en acción de juego en todo el campeonato. Inglaterra representa el último. Un rival al que nunca ganó en dos precedentes en la Eurocopa. Cada logro, desde el primer paso anulando el factor competitivo de Croacia (3-0), con exhibición futbolística pese al corto resultado con Italia (1-0), cumpliendo la segunda unidad ante Albania (1-0), remontando sobrado de personalidad a Georgia en octavos (4-1). Enamorando con su nuevo estilo. Posesiones más cortas, fútbol más directo. Desafiante en las alas, valiente en la presión. Superando a cada rival con personalidad. La primera selección que gana sus seis partidos hasta la final. Con un MVP diferente cada partido. Triunfo coral. En un crecimiento continuo para dar forma a una hazaña. Tumbar a todos los campeones del mundo en su camino hasta el reto final: Inglaterra.
Y así buscará España convertirse en la selección más laureada. A por su cuarta Eurocopa en su quinta final. Con un once más que definido con apenas una duda por despejar. Con más opciones para Robin Le Normand, ausente en semifinales por sanción, que para Nacho. El regreso de Dani Carvajal en banda derecha, la presencia de la revelación Cucurella en la izquierda. Con galones de jefe de zaga en la solapa de Aymeric Laporte. Al mando Rodri para aumentar argumentos que le permitan optar al Balón de Oro, junto a Fabián, Dani Olmo indiscutible desde la lesión que apartó a Pedri del torneo. Los extremos de moda de la Eurcopa, Yamal-Nico, y Morata.

«Todos somos Morata», afirmó De la Fuente poniendo en valor a su capitán. Porque todos desean que sea el autor del tanto del triunfo. El jugador que recoja el testigo de Marcelino y Fernando Torres. De Silva, Jordi Alba, de nuevo Torres y Juan Mata como últimos goleadores del gran día. Un solo tanto en el torneo, el primero del camino, pero ejemplo de sacrificio en el inicio de la presión. Dando todo lo que tiene en la batalla de cada partido para lograr el reconocimiento que le aleje del pensamiento de 'último baile' como internacional el día que se puede producir el reencuentro con la gloria. Pese a todas las dudas que ha generado durante la Eurocopa, Inglaterra, por segunda edición consecutiva, disputará una final. El dolor de la derrota frente a Italia en Wembley de 2021 puede quedar definitivamente en el olvido para el combinado británico, que se enfrentará a una cita con la historia para terminar con una sequía sin títulos que dura casi 58 años. Exactamente, desde el 30 de julio de 1966, cuando Booby Moore subió los 39 escalones hacia el 'Royal Box' del Estadio de Wembley para coger la Copa Jules Rimet de manos de la Reina Isabel II.

Aquel Mundial es el único trofeo que luce en las vitrinas de la Asociación Inglesa de Fútbol. Desde entonces, Inglaterra ha tenido 29 oportunidades para sumar otro trofeo. Todas, acabaron en fracaso. Siempre se quedó en el camino hacia el éxito con diferentes resultados. Su paso por las Eurocopas y los Mundiales se resumen en 7 ausencias tras fallar en las fases de clasificación; 6 eliminaciones en la fase de grupos; 3 apariciones en los octavos de final; y 7 en cuartos, 4 semifinales y 2 finales, incluida la que disputará contra España este domingo. Pero la anterior, ante Italia y ante miles de aficionados ansiosos por una victoria, fue, sin duda, la derrota más cruel de todas las que ha sufrido Inglaterra desde 1966. Los penaltis acabaron con la ilusión de una generación que ahora tendrá una segunda oportunidad de acabar para siempre con una maldición que dura décadas. De nuevo, muchos de esos jugadores que no pudieron levantar el título, podrán redimirse y cerrar con éxito el camino lleno de sobresaltos por el que han transitado hasta llegar a Berlín.

La realidad es que el equipo de Southgate, desde el primer minuto de la fase de grupos hasta las semifinales, ha jugado mal. Sólo en la primera parte frente a Países Bajos recuperó su mejor versión. Hasta entonces, se mostró como una selección errática, sin identidad, previsible, aburrida y superviviente gracias a individualidades que salieron al rescate en momentos agónicos. Por ejemplo, así lo hizo Jude Bellingham ante Serbia en la puesta en escena de Inglaterra y contra Eslovaquia en octavos de final. En el primer choque, marcó el tanto de la victoria (0-1) que bastó a su equipo para sumar tres puntos en medio de la nada; en el segundo, celebró uno de los goles de la Eurocopa con una chilena espectacular con la que su selección pudo disputar la prórroga y ganarla para llegar a los cuartos de final. Allí esperaba Suiza, vencedora en el minuto 80 hasta la aparición de Bukayo Saka, que rescató a sus compañeros gracias a un gran disparo desde fuera del área. Después, los penaltis cayeron del lado británico y las semifinales tuvieron en la figura de Ollie Watkins, con su tanto en el minuto 92, al tercer héroe británico.
Entre medias, Southgate dio palos de ciego hasta dar con la tecla: probó con un lateral derecho como Trent Alexander-Arnold para acompañar a Declan Rice en la sala de máquinas. No funcionó y lo intentó con Conor Gallagher. Tampoco dio resultado y apostó por el joven de 19 años Kobbie Mainoo, que por fin se hizo con las riendas del juego británico. Si no hay sorpresas, será titular ante España junto al resto de sus compañeros que doblegaron a Países Bajos.

En el lateral izquierdo colocó durante toda la Eurocopa a un diestro como Kieran Trippier. Sólo citó a un zurdo, Luke Shaw, lesionado desde febrero y sin minutos hasta cuartos de final. Después disputó toda la segunda parte ante Países Bajos y para la final se perfila como un candidato a jugar desde el inicio para convertirse en la única novedad. Y, tácticamente, Southgate introdujo una variación. Su 4-2-3-1 ya no es la biblia. Desde el choque ante Suiza, puede mutar durante el partido en un sistema con tres centrales y dos laterales largos en el que Bellingham y Foden adquieren libertad de movimientos por el medio y los costados. El caso es que Southgate ha vencido pero no ha convencido. Sus resultados, dos finales y un tercer puesto en el Mundial de Rusia 2018 en los cuatro torneos que ha disputado, le avalan. Pero su propuesta en esta Eurocopa, ha decepcionado. Sus experimentos, también. Y sus declaraciones, más de lo mismo. Apareció en Alemania diciendo que dejaría el cargo después de 8 años si no ganaba el título. Ahora, pasado un mes de aquellas palabras, está a un solo partido de cumplir con su objetivo mínimo de mantenerse en el banquillo y de, sobre todo, cerrar una racha de casi seis décadas en las que Inglaterra ha navegado por el camino sombrío de la indiferencia ante la ausencia de grandes títulos. España, será su último obstáculo.