Parada de metro de la estación de École Vétérinarie de Maisons Alfort. | F.F.

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No pregunten cómo ni de qué manera he caído por aquí, pero la verdad es que le estaba empezando a coger hasta cierto cariño al que ha sido mi barrio adoptivo durante las tres últimas semanas. Todavía recuerdo Ikebukuro, el que lo fue en Tokio, y su 'Ikebus', que te llevaba por todo. En París, nos ha tocado dormir, básicamente, al sureste de la ciudad. Bien conectado, eso sí, por metro. Un cambio de línea y en 50 minutos llegas a Porte Maillot, donde se ubica el centro internacional de prensa (MPC) y el intercambiador de autobuses a las sedes. No nos podemos quejar oyendo lo que cuentan otros compañeros, aunque siempre hay alguno al que la suerte le acompaña. Pero sobran dedos de una mano para contarlos.

Hablamos de Maisons Alfort, donde un monolito en recuerdo a la resistencia a los nazis durante la Segunda Guerra Mundial llama la atención al salir de la estación de École Vétérinaire. Eso y la tranquilidad, pues al caer el sol y cerrar el único supermercado que hay en un radio de un kilómetro más o menos, apenas quedan una crepería y un colmado que regenta una pareja asiática que, cuando te cobra, enseña la calculadora con una amplia sonrisa. Desayunar o comprar un café para llevar resulta imposible si sales antes de las 7:30 de la mañana. Eso sí, apostar en la PMU se puede hacer cuando quieras. No en vano, estamos cerca de Vincennes, templo para los mallorquines aficionados al trote. Casi nos vamos y lo echaremos de menos, pero cada hora que pasa es una menos que falta para volar hacia Mallorca. Que ya es hora.