Con la celeridad que está definiendo la sucesión de los acontecimientos en las últimas semanas, Tokio y el COI cerraron, sin apenas discusión y vía telefónica, un asunto capital. El punto de partida para la reconstrucción de un proyecto, de muchos sueños. Reubicar a los Juegos Olímpicos en el calendario era el eje sobre el que deberá articularse todo el mapa multidisciplinar a lo largo de un 2021 que se prevé intenso, más incluso de lo que debía ser el año en curso, que en lo deportivo va camino de quedarse en blanco.
Los Juegos serán bajo un mismo escenario, en unas fechas que apenas varían en un día (23 de julio a 8 de agosto) respecto al plan de 2020, y que plantean calcadas condiciones climáticas y de adaptación para los protagonistas de un evento que podría suponer el cénit del complejo proceso de recuperación que le espera al planeta a lo largo de los próximos meses.
Activada toda la maquinaria y reactivado el contador, podemos decir que faltan 480 días para que el fuego olímpico que ya prende en suelo nipón arda en el estadio olímpico 57 años después de aquellos Juegos de 1964. Una llama de esperanza en tiempos difíciles. Y un estímulo para esos deportistas confinados y que siguen haciendo malabarismos para poder hacer su trabajo. Pero que ya tienen definida una meta: Tokio y el verano de 2021.
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