El entrenador de España Fernando Hierro. | Javier Etxezarreta

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España compite este lunes (20.00 horas) contra Marruecos en la última jornada del grupo B del Mundial 2018, un partido que traza su futuro en el torneo, con tres posibilidades, desde la primera posición y aparentemente el cuadro más accesible o la segunda plaza hasta una eliminación hoy por hoy impensable.

En el estadio de Kaliningrado, cuyo irregular estado del césped preocupa a ambos equipos y a la FIFA -ninguno de los dos se entrenó en el escenario del choque en la víspera para preservarlo para el encuentro nocturno de este lunes-, la selección española necesita un solo punto para sellar su pase a los octavos de final.

Es suficiente después de su empate en la primera jornada contra Portugal (3-3) y de su victoria 0-1 apurada en la segunda con Irán. Incluso la derrota, si el equipo asiático también pierde contra el conjunto luso, sería también una vía segura para volver a las eliminatorias de un Mundial después de ocho años, desde 2010.

Otro asunto es el liderato. Ahí, las previsiones, siempre dependiendo del otro marcador de Portugal e Irán, son ganar y golear para amarrar las mayores posibilidades de terminar en la cima del grupo y, por extensión, aún aparentemente a la espera de la definición de todos los grupos, encarar un cuadro más amable.

Sólo sobre el papel, porque aún hay muchos interrogantes en ese sentido. La única certeza es que Rusia o Uruguay sería su rival en los octavos de final. El resto son dudas: Alemania todavía puede pasar ser primera, segunda o eliminada, igual que Brasil; Argentina apunta como mucho a la segunda posición, con lo que España la evitaría siendo líder, pero a la vez se cruzaría con la rotundidad que ha demostrado Croacia en unos hipotéticos cuartos de final...

Cálculos

Más intuiciones que realidades que dirigen los cálculos de España al primer puesto, su objetivo marcado en la primera fase cuando entró en juego hace diez días en Sochi, aunque no garantice nada, menos aún en un Mundial tan equilibrado y sorprendente como ha sido Rusia 2018 hasta ahora, con todos los duelos pendiente del más mínimo detalle, también de nuevo fundamentales ante Marruecos, sin nada en disputa, pero indudablemente competitiva.

«Un equipo que no tiene miedo a nada es muy peligroso», advirtió a EFE Saúl Ñíguez sobre el enfrentamiento en Kaliningrado.

¿Cómo está la selección? ¿Está para ganar el Mundial? Cuestiones aún sin respuesta, que desde los números ofrecen más dudas que certezas; en defensa por los tres goles que le marcó Portugal, dos a balón parado y otro en un error de De Gea, y las ocasiones que le generó Irán en el tramo final, y en ataque por las dificultades que evidenció para desbordar al equipo asiático, al que ganó de rebote.

En contraste, desde su eliminación en la Eurocopa 2016, España se mantiene invicta. Son ya dos años concentrados en 22 partidos sin derrotas, con quince victorias, siete empates, 71 goles a favor y con al menos un tanto en cada una de las paradas de ese recorrido. Veinte pertenecen a la era Lopetegui; dos a la de Fernando Hierro.

A la vez, la pegada es indudable en España en este Mundial 2018, personificada en Diego Costa, con tres goles en dos encuentros, pero sobre todo en apenas cuatro remates entre ambos choques. Ha anotado nueve goles en sus últimos doce partidos internacionales y asumirá de nuevo esa responsabilidad en el ataque frente a Marruecos.

Su titularidad hoy por hoy es indiscutible en un once en el que no se prevén apenas cambios, sólo algún retoque, como la vuelta de Koke Resurrección al centro del campo junto a Sergio Busquets en lugar de Lucas Vázquez o la posibilidad de dar descanso a David Silva o Andrés Iniesta. Si es así en alguno de los dos casos, Marco Asensio, Iago Aspas o Saúl Ñíguez aparecen como alternativas.

No se esperan más que una o dos novedades como mucho en la alineación, que mantiene el núcleo de siempre en la retaguardia.