Los argentinos celebraron la victoria mientras que los holandeses lamentaron su derrota. | Pere Bota y Guillermo Esteban

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Llegar a maracaná y ganar a Alemania el próximo domingo sería lo más grande para nuestro pueblo; una honra que nos acompañaría toda la vida. No podemos caer». Así de contudente se mostraba Álex en la concentración argentina de la cantina del campo de fútbol de Son Verí, en s'Arenal, durante el transcurso de la semifinal. La misma idea compartía Verónica, que junto a las decenas de hinchas allí reunidos no paraba de corear el ya famoso ‘Brasil decime que se siente' recordando la dura derrota sufrida por la ‘Canarinha' en la noche del martes. «Vamos a llegar a la final para darle por saco a ‘Pelé'. No me imagino jugar el tercer puesto, no sería ningún consuelo ganar a Brasil”, remató la joven.

MESSI YA ES UN GRANDE. Si hay una postura unánime entre los aficionados albicelestes, reside en que Messi ya está en el olímpo de los más grandes junto a Maradona, gane o no el Mundial. Ana y Antonio opinan que para el astro azulgrana llevar a su país a la consecución de la Copa del Mundo es «un reto personal», un orgullo» después de tantos años de ausencia en la ronda decisiva de la competición más importante del planeta a nivel de selecciones.

DISCUTIDO SABELLA. Pese a devolver al estado latinoamericano a la cúspide, no son pocos los hinchas que discrepan sobre la formación táctica de Sabella, que suele partir en dos al equipo a la hora de defender los contraataques del rival. «Hemos jugado muy mal, pero la suerte también es un factor importante», comentaba Mario.

LA REVANCHA está servida. «Queríamos a Alemania tras el baño que nos dió en Sudáfrica», apostilló Esteban. Deseo concedido. Messi y Argentina podrán hacerse eternos el próximo domingo. El cielo espera.

HOLANDA

La marea naranja quiso robar protagonismo a la mayoría absoluta germana en la Platja de Palma. Atrincherados en sus lugares de concentración habituales, centenares de aficionados ataviados con su inconfundible camiseta naranja vivieron con enorme tensión un partido decisivo. Otro en la historia de los oranje, que cuentan con una notable colonia de acólitos entre los miles de turistas que en estas fechas pueblan nuestra isla. Inquietos, temeosos antes cada aproximación argentina y, hasta en ocasiones excesivamente serios, la intensidad del choque les llevó a optar por la prudencia. Hasta por la ignorancia hacia los seguidores argentinos que pasaban frente a su cuartel general y coreaban cánticos a favor de su selección. La asignatura pendiente de laCopa del Mundo pesaba en los jugadores. Y parece que mucho más en su hinchada mallorquina.

LO QUE NO FALTABA era una buena jarra de cerveza. Para soportar mejor el calor y el nerviosismo, que con el paso de los minutos, y más avanzada la segunda mitad, empezó a crecer entre la extensa mancha naranja que, dentro y fuera de los locales, nos recordaba que ayer jugaba Holanda.

TAL VEZ por proximidad geográfica, o bien por simpatía. Es posible que, incluso, dejándose llevar todavía por la resaca de la histórica goleada endosada a Brasil, algunos de los aficionados germanos que pasaban por ahí, o que también se pararon a presenciar el choque, simpatizaron con Holanda. Curioso hermanamiento a pie de barra que, aunque sea por espacio de unos minutos, escenifica algunos de los valores que el deporte -aunque sea el fútbol- debe representar.

LA HISTORIA volvió a negar a Holanda esa deuda pendiente desde hace décadas. La enésima decepción de la ‘oranje' se vivió especialmente en Mallorca. ¿Habrá próxima vez?