El filial se mueve en la categoría de plata armado de buenos
jugadores y acumulando tantos elogios como decepciones. Cuenta con
un puñado de futbolistas geniales, capaces de ceder al empujón del
equipo más mediocre, pero también de segar las aspiraciones de
conjuntos con lustre y etiqueta.
Sufren profundas lagunas mentales que revierten sobre la hierba,
porque cuando suman dos triunfos consecutivos empiezan a sumar
derrotas hasta que generan dudas. Luego, ganan y se sostienen sobre
una Segunda División de fútbol gris.
La época de Jesús Linares conoció a un conjunto capaz de
ingresar en el nuevo escalón del balompié nacional con suficiencia.
Estrenó categoría con resultados positivos y brillantes. Goleó al
Barça B, superó a domicilio a Eibar o Albacete y se encaramó a la
cima de la tabla. Cuando su juego era ampuloso, llegaron los
problemas. Encadenó más de siete jornadas sin conocer la victoria y
el técnico gaditano fue despedido.
Con la llegada de Nando Pons el ritmo no ha variado. Después de
sumar ante Ourense, Sevilla o Huelva, el Mallorca B regresó al coma
tras ceder en Toledo, Gijón o ante el Eibar en el Lluís Sitjar. Y
tras cuatro domingos sin ganar, encomiable victoria ante Las
Palmas, uno de esos conjuntos con presupuesto desorbitado y juego
precario. Es un grupo que se mueve por impulsos, siempre
condicionado por el genio y la chispa de sus arietes.
Y es que Ramón, Tristán y Luque amontonan todo el juego ofensivo
de los baleares. Entre los tres atacantes suman 26 de los 32 goles
del conjunto mallorquinista y han habilitado al equipo filial
cuando más oxígeno necesitaba. Así, Alberto Luque es el máximo
artillero de la categoría compartiendo privilegio con Manel y
Catanha (14 goles), mientras Tristán y Ramón han conseguido seis
goles.
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