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Casi en el mismo instante que un puñado de jugadores entraban cabizbajos en uno de los vestuarios del Palau, Joan Rubert, también con rostro circunspecto pero acomodado en el palco, tiraba de su teléfono móbil para empezar a atar los primeros cabos. Se iniciaba la otra liga, la que se juega en el interior de algún despacho. Bàsquet Inca vuelve a replantearse su futuro, aunque bajo una perspectiva diferente. El club ha aparcado la posibilidad de gestar un proyecto austero y confinado a las mazmorras desde un principio, aunque la sociedad vuelve a chocar con el problema de siempre: la falta de recursos económicos.

Ante esta tesitura, la cúpula regente del Bàsquet Inca se ha marcado un plazo no superior a los 30 días para cerrar las gestiones que mantiene con diversas empresas para conseguir una esponsorización principal que alcance los 20 millones de pesetas. «La experiencia que hemos acumulado durante las últimas temporadas, entre otras cosas, nos ha dejado claro que no podemos competir con un presupuesto tan reducido. Consideramos que ha llegado la hora de dar un salto de calidad importante y para ello es imprescindible incrementar la partida de ingresos», opinó el presidente Rubert.

Bàsquet Inca quiere afrontar el curso 99/2000 con un presupuesto que le permita competir con los mejores de la LEB, pero dos días después de abandonar la competición oficial, el mensaje de Rubert abre diversos interrogantes: «Si en los próximos días no logramos suscribir algún tipo de acuerdo que nos garantice veinte millones de pesetas habrá que replantearse muchas cosas. Yo soy optimista por naturaleza y creo en la capacidad de gestión de esta directiva, pero también soy realista y no me gusta vender la piel del oso antes de cazarlo».