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El voleibol le ha mejorado dos habilidades: rematar y hacer las maletas. La jienense Daniela Marín lleva fuera de Mallorca desde los diecisiete años, edad con la que se incorporó a las filas de la selección permanente y desde entonces ha protagonizado una trayectoria tan larga en lo geográfico como en lo profesional. Esta mallorquina de adopción llega a la Universiada en el momento más dulce de su carrera, tras dos temporadas jugando en División de Honor enrolada en las filas del Ribeira Sacra, de Monforte. La cita palmesana supondrá un punto de inflexión ya que el próximo curso lo hará en Tenerife.

«La verdad es que al principio lo pasé muy mal, en Pontevedra se me hizo muy duro pero luego te acostumbras a este tipo de vida y ahora no me arrepiento de haberme ido tan joven. Me gustaría volver algún día a Mallorca, quizá lo haga en el futuro pero de momento es pronto para tomar una decisión de este tipo. Quiero aprovechar los años que me quedan jugando a voleibol y luego ya veremos», señalaba Marín a este periódico. Su potencia rematadora y sentido de la colocación le han llevado a ser una fija en la selección española: «Llevo tres años jugando partidos con la selección y me siento muy a gusto. Ahora estaremos concentrados en San Cugat hasta el día 26 y después nos marcharemos hacia Palma para terminar la preparación de cara a la Universiada».