Los malos augurios que se cernían sobre Olano tras su síntoma de
debilidad en la subida a Pla de Beret, en la jornada precedente se
confirmaron en Arcalís, el durísimo puerto final de etapa en el
principado de Andorra.
Las duras rampas de Ordino Arcalís significaron el fin de Olano
en esta vuelta y el resurgir de Jan Ullrich. El alemán se dio a
conocer como un gran ciclista en este mismo puerto en 1997. En esa
edición del Tour, Ullrich atacó a ocho kilómetros de la meta y dejó
sentados a Pantani y Virenque. Fue su plataforma de lanzamiento.
Ese año ganó el Tour y se confirmó como una gran figura.
El alemán llegó a la Vuelta sin hacer ruido y con una táctica
preconcebida. Transmitió humildad por todos sus poros. Su deseo fue
estar en un segundo plano y se hartó de declarar que no estaba en
condiciones de luchar por la victoria definitiva.
El gran héroe de la jornada fue Igor González de Galdeano. El
corredor de Vitalicio no olvidará nunca este día. Imponerse en la
etapa más dura de los Pirineos tras pedalear en solitario en los
dos últimos puertos no está al alcance de cualquiera. Igor está
haciendo la carrera de su vida y su ambición no tiene límites.
La etapa (Sort - Ordino, de 147 kilómetros) se rompió en la
subida a La Rabassa, segundo puerto de la jornada. Allí, Alex Zulle
entabló la batalla. El suizo demarró y se llevó tras de sí a todos
los importantes excepto a uno: Abraham Olano.
Desde ese punto, el paso de los kilómetros fue agónico para
Olano. Perdió en el horizonte a sus rivales y vio como cambiaba el
color de su maillot.
Por delante el marcaje entre Ullrich y Tonkov fue estrecho. Los dos
saben que son los candidatos al título y no se perdieron de vista
en ningún momento.
En la subida al Collet de Montaup surgió la figura de Igor
González de Galdeano. Sin pensárselo dos veces se metió de lleno en
la aventura de la jornada y enfiló el final en solitario.
Igor subió y bajó Montaup como los grandes y llegó a los pies de
Arcalís con casi un minuto y medio sobre el grupo de Ullrich. Su
ascensión al último puerto, de 2230 metros de altitud, puso la piel
de gallina a los aficionados. Sufrió y se dejó la piel en su
bicicleta para llegar, sobre todo después del ataque de José María
Jiménez, Roberto Heras y Leonardo Piepoli, pero cruzó la pancarta
de llegada en primer puesto, justo premio a su esfuerzo.
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