Todo sigue igual en la parte norte de la Castellana. El
baloncesto sigue fluyendo con cuentagotas en la cancha que da
cobijo al cuestionado proyecto de Sergio Scariolo. Incluso un
huésped en apuros como el Cantabria Lobos, instalado en los sótanos
de la ACB desde comienzo de temporada, recién transformado por la
imperiosa necesidad de resultados, con nuevo entrenador y cuatro
refuerzos directamente extraídos de la EBA, encontró resquicios
para hacer un papel digno.
El resultado es lo de menos. Las excusas por lo del Villeurbanne
ya sonaron fuera de lugar. El mismo espectáculo frente a los
cántabros habría incendiado los restos del naufragio europeo
madridista. Aun así, los escasos dos mil espectadores que
regresaron al graderío tuvieron que soportar veinte minutos del
manido guión en que se han convertido los partidos del Real
Madrid.
El Cantabria, a pesar de todo, sucumbió sin condiciones, pero
fundamentalmente por sus propios pecados. Marc Jackson va muy
pasado de kilos y, hoy por hoy, todavía es pronto para pedir a los
chicos que acaban de llegar de la EBA el temple necesario para
tumbar al Real Madrid en su propia casa, aunque las circunstancia
sean las idóneas.
El Barcelona lo tuvo demasiado fácil para derrotar por 81 a 54 a
un Canarias Telecom que se presentó en el Palau sin sus dos
americanos y con Jorge Racca en el banquillo pero sin posibilidades
de jugar debido a una fascitis plantar. Además, Manolo Hussein
perdió a uno de sus titulares, Iván Rodríguez, a los nueve minutos
debido a un esguince en el tobillo izquierdo. Los canarios
aguantaron los primeros quince minutos del encuentro gracias al
acierto de su pívot Rafa Vega, pero el Barcelona siempre controló
el partido gracias a su acierto en el tiro exterior.
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