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El proceso de crecimiento del Mallorca B ha alcanzado la madurez. Ocupa el filial uno de los huecos que dan acceso a disputar el segundo ciclo de la competición, una de las cuatro posiciones que acredita a cualquier equipo para la fase de los sueños. Confeccionado el grupo balear para asegurar la formación y con el diseño propio de un conjunto que trata de convivir con la permanencia, los de Juan Ramón viven por encima de sus objetivos. Amontonan un buen puñado de jornadas sin perder (desde el inicio de la segunda vuelta) y su fútbol de etiqueta sigue acumulando elogios gracias a la metamorfósis sufrida en su estructura primaria.