Chichi Soler abraza a Carlitos tras conseguir éste el tercer gol del Mallorca. Foto: ALFAQUI.

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De todos los indicadores del sosiego y la autoconfianza que reina últimamente en el entorno mallorquinista, ninguno es tan significativo como esos seis minutitos que ayer jugó Paco Sanz. Que el incombustible lateral pise el césped es una buenísima señal de que todo va bien. Vázquez suele recurrir a él para apuntillar aquellas situaciones en las que no hay razón de alarma y ayer, desde luego no había nada que temer.

El grupo bermellón se llevó otros tres puntos de oro en un encuentro donde se limitó a ponerse cómodo y a esperar a que su rival, un malísimo equipo, se estrellara contra su propia incapacidad. No hay que estrujarse mucho el cerebro para buscar las causas que han dado con el cuadro hispalense en segunda división. Se trata de un bloque horroroso, incapaz de imprimir criterio ni sentido a su obcecación por marcar el ritmo del partido. Es cierto que el Sevilla tuvo más tiempo la posesión del balón, pero también lo es que no supo qué hacer con él.

A excepción de la voluntad de Olivera por batirse con Franco, el ex conjunto de Carlos Domínguez no demostro nada, salvo el porqué se ha ganado a pulso una de las veinte plazas que el próximo curso se batirán el cobre en la Segunda División. Muy lejos de esos pensamientos, con la permanencia asegurada desde hace quince días, el Mallorca acudía al Sánchez Pizjuán con la mirada puesta en la Intertoto, el último tren con destino a Europa.

El calvario del Sevilla estaba aún por llegar. Con un hombre menos por la expulsión de Nando y el posterior abandono de Àngel por lesión, el cuadro hispalense se iba convirtiendo en una gran concentración de calamidades a medida que avanzaba el encuentro. Y de cada una de ellas el Mallorca sacaba tajada. Con un juego de bandas excelentemente interpretado por Stankovic y Armando (el lateral cuajó ayer un soberbio encuentro), el grupo de Vázquez movió muy bien a su rival de un lado a otro y encontró en la eficacia de Tristán el complemento perfecto para una tarde de goles. No fue Tristán el único que acertó.