La entrada en el estadio de 120 caballos marcó a las siete de la
tarde, una tarde nubosa y fresca, el comienzo de la fiesta. El
presidente del COI, Juan Antonio Samaranch, el gobernador general
de Australia, sir William Patrick Deane, el presidente del Comité
Organizador, Michael Knight, y la ex nadadora Dawn Fraser
encabezaron el grupo de autoridades. Daene fue el encargado de
declarar inaugurados los Juegos en nombre de la reina de
Inglaterra, jefa de Estado de la Commonwealth, después de que
Samaranch felicitase a Sydney por su «excelente organización» y de
que Michael Knight asegurase que «en el corazón de los australianos
hay sitio para apoyar a los atletas de todo el mundo».
El océano tuvo un protagonismo destacado en la simbología de la
ceremonia. En un país en el que el 80 por ciento de los habitantes
vive repartido por sus 36.735 kilómetros de costa, el estadio fue
invadido en varias ocasiones por inmensos bancos de peces de
colores y otras especies más temibles. El proceso de reconciliación
emprendido en los últimos años por las dos comunidades
australianas, los indígenas y los colonos, fue el hilo conductor de
la ceremonia. Casi dos horas duró el desfile de atletas, abierto,
como es tradicional, por Grecia, y cerrado por el numerosísimo
equipo local. Fueron acogidas con más calor que el resto las
delegaciones de Bosnia, Brasil, Fiyi, Nueva Zelanda, EE UU, Timor
Oriental y, sobre todo, las dos Coreas, que por primera vez
desfilaron bajo bandera única.
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