Deportivo y Mallorca firmaron un partido ayer cuando menos extraño.
Los de Irureta están más en Europa que en la Liga y el Mallorca
echó mano de la efectividad, es decir, un disparo a puerta en todo
el partido, un gol, para empatar un choque cuyo marcador final hizo
justicia a los méritos que hicieron uno y otro. Aragonés dijo esta
semana que los empates no sirven para nada, pero seguro que el de
ayer le supo a gloria bendita.
Desde el primer minuto de partido el Mallorca dejó claras sus
intenciones: había que jugar a la contra. Al menos esto es lo que
les dijo Aragonés en el banquillo, otra cosa es lo que
interpretaron los futbolistas sobre el césped. El Mallorca adoleció
de falta de velocidad e ideas en la zona de creación y no se
mostraba capaz de dibujar con rapidez una contra con peligro. El
Deportivo por su parte tenía más la cabeza en la Champions que en
el Mallorca y tanto uno como otro acumulaban imprecisión tras
imprecisión.
En el minuto once Tristán remató de cabeza un saque de esquina y
la pelota se marchó fuera. A partir de ahí nada de nada, hasta que
Marcos realizó un placaje estilo cinco naciones al Turu Flores que
fue castigado con penalti por parte del colegiado, Rodríguez
Santiago. Víctor se encargó de lanzar la pena máxima pero envió el
esférico a la grada. Peor no se puede tirar un penalti.
El Deportivo no marcó pero tampoco hubiera sido justo hasta ese
momento que se hubiera adelantado en el marcador. Méritos para
conseguirlo no hizo, pero tampoco el Mallorca. Los isleños no
captaban el mensaje que les llegaba desde su área técnica. Aragonés
pedía más velocidad a la contra, menos toque de balón y por lo
tanto efectividad para salir con agilidad y llegar al área de
Molina más y mejor de lo que se había llegado durante toda la
primera parte. Con el cero a cero, que hacía justicia a lo visto
sobre el césped, se llegó al tiempo de descanso.
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