Olaizola trata de sujetar a Fernando durante un lance del encuentro disputado en Riazor.

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Deportivo y Mallorca firmaron un partido ayer cuando menos extraño. Los de Irureta están más en Europa que en la Liga y el Mallorca echó mano de la efectividad, es decir, un disparo a puerta en todo el partido, un gol, para empatar un choque cuyo marcador final hizo justicia a los méritos que hicieron uno y otro. Aragonés dijo esta semana que los empates no sirven para nada, pero seguro que el de ayer le supo a gloria bendita.

Desde el primer minuto de partido el Mallorca dejó claras sus intenciones: había que jugar a la contra. Al menos esto es lo que les dijo Aragonés en el banquillo, otra cosa es lo que interpretaron los futbolistas sobre el césped. El Mallorca adoleció de falta de velocidad e ideas en la zona de creación y no se mostraba capaz de dibujar con rapidez una contra con peligro. El Deportivo por su parte tenía más la cabeza en la Champions que en el Mallorca y tanto uno como otro acumulaban imprecisión tras imprecisión.

En el minuto once Tristán remató de cabeza un saque de esquina y la pelota se marchó fuera. A partir de ahí nada de nada, hasta que Marcos realizó un placaje estilo cinco naciones al Turu Flores que fue castigado con penalti por parte del colegiado, Rodríguez Santiago. Víctor se encargó de lanzar la pena máxima pero envió el esférico a la grada. Peor no se puede tirar un penalti.

El Deportivo no marcó pero tampoco hubiera sido justo hasta ese momento que se hubiera adelantado en el marcador. Méritos para conseguirlo no hizo, pero tampoco el Mallorca. Los isleños no captaban el mensaje que les llegaba desde su área técnica. Aragonés pedía más velocidad a la contra, menos toque de balón y por lo tanto efectividad para salir con agilidad y llegar al área de Molina más y mejor de lo que se había llegado durante toda la primera parte. Con el cero a cero, que hacía justicia a lo visto sobre el césped, se llegó al tiempo de descanso.