Diego Maradona, uno de los mejores futbolistas de todos los
tiempos, cumplirá el lunes próximo 40 años, edad a la que muchos de
sus admiradores querían que llegara como jugador y ahora agradecen
que viva para celebrarlo y para reanudar este fin de semana su
vinculación con el fútbol.
La muerte tocó a su puerta en enero pasado, en la ciudad
uruguaya de Punta del Este, y desde entonces «El Diego de la
gente», como quiere que lo identifiquen, vive en Cuba sometido a
tratamientos médicos para superar una grave crisis cardíaca y una
adicción a las drogas con la que carga hace más de una década y
media.
Diez meses después de que afrontara el peor momento de su vida y
de coqueteara con la parca, el modesto club Almagro, de la Primera
División de su país, lo tendrá como director general deportivo,
tarea que asumirá hoy y que ejercerá en los primeros tiempos desde
la capital cubana, Internet mediante, mientras los médicos le
siguen de cerca.
Genial en los campos de juego y transgresor en todos los sitios,
protector de los marginales y crítico implacable de los poderosos,
Maradona generó en casi medio siglo de vida pública, en la misma
medida, alegrías, tristezas, admiración, odio, indignación y morbo.
Pero pasados tres años de su retirada, su nombre, sinónimo de lo
máximo en el fútbol argentino, sigue siendo coreado por las
multitudes en los estadios y cada paso suyo es seguido con atención
en el mundo.
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