Alguien debió haber advertido a Pedro José Carbonell que hiciera la
descompresión antes de pisar Son Sant Joan. En sólo tres días, el
pescador mallorquín ha pasado de adjudicarse un mundial
extraordinariamente disputado a ser el centro de un emotivo
recibimiento por parte de sus familiares y amigos.
Un cambio demasiado brusco, fraguado en demasiado poco tiempo
que Carbonell pagó en sollozos. El bicampeón mundial se fundió en
un abrazo con su mujer, Rosa, y su hijo, Sebastián, para después
quedarse sin palabras a la hora de calificar el homenaje que le
rindieron sus amigos: «Una pasada, una auténtica pasada». Rodeado
de pancartas, micrófonos y cámaras, Carbonell recobró el oxígeno
para confesar que se sentía pletórico: «Ganar este mundial ha sido
algo especial porque es muy difícil vencer a los thaitianos en su
casa, no en vano ellos fueron los que inventaron este deporte y
creo que nunca esperaban que pudieramos desenvolvernos tan bien
allí, que fuésemos capaces de pescar a ese ritmo y a esa
profundidad».
El campeón del mundo lamentó el accidente hiperbárico que sufrió
su compañero Alberto March, vigente campeón hasta el mundial de
Thaití, que le obligó a renunciar a la primera jornada: «Ha sido
una lástima porque sin ese incidente habríamos tenido un mundial
perfecto». Con todo, March saldó su actuación con un brillante
tercer puesto que, dadas las circunstancias, suponen una nueva
demostración de su potencial como pescador.
Carbonell no pudo evitar las felicitaciones, pero tampoco la
enésima comparación con su tío, el tricampeón mundial Pep
Amengual.
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