Quizá se lo cuente ahora en el cielo, donde seguro estarán los dos. El caso es que en la única vez que Emil Zatopek vino a Mallorca, acompañado de su esposa y hoy viuda, Dana Zatopkova, en mayo de 1993, prestó mucha atención a una pregunta que le formuló en el aeropuerto de Sont San Joan el llorado compañero (y amigo) Marc Verger. «¿Qué lleva usted en el cuerpo que le da esta fuerza?». «Vino, amigo mío, mucho vino», contestó el hombre que ha esperado hasta el final del siglo XX para despedirse de todos los aficionados al atletismo con la aureola del mejor fondista de todos los tiempos. No fue una respuesta gratuita esta pronunciada nada más poner pie en nuestra tierra, porque horas después, encerrados en su habitación del hotel Palas Atenea, Dana y él se bebieron de una sentada las dos botellas de Palo Túnel, y las dos de vino de Can Ribas, que les había dejado Tolo Güell. Esta pasión por el vino posiblemente ha acabado por precipitar su muerte. Los mitos también mueren.
Atletismo
Emil Zatopek, 'la locomotora humana', se detuvo para siempre
El mejor fondista del siglo falleció ayer tras una larga enfermedad
23/11/00 0:00
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