El Zaragoza no tardó en sacar ventaja del comportamiento autista
que suele tener el Mallorca en los arranques de juego. Después de
tocar el balón hasta el aburrimiento en el centro del campo, una
internada de Juanele por banda derecha unida a un monumental
despiste de Olaizola "que se quedó perdido atrás rompiendo la
posición de fuera de juego" permitió a Jamelli marcar a placer. Era
el minuto cuatro y una sensación de victoria fácil comenzaba a
flotar sobre el ambiente de La Romareda. Lo que quizá ignoraba el
público maño es que el mismo Mallorca que padece autismo en los
prórrogos de los encuentros, acostumbra a transformarse en otro
equipo radicalmente distinto después del descanso. Lo que se trama
en el vestuario, el mecanismo que hace posible esa metamorfosis, es
todo un misterio. Un secreto que sólo conocen Luis Aragonés y su
grupo de jugadores.
En el primer tiempo, el equipo bermellón apenas había dado
motivos para hacerse acreedor al respeto a excepción de una
clarísima ocasión de Eto'o que el camerunés malogró al ser incapaz
de resolver un excelente pase de Albert Luque. Por contra, el
Zaragoza llegaba con convicción al área de Leo Franco. Primero fue
Fernando Niño quien realizó una actuación providencial al evitar
una inmejorable oportunidad de Montenegro; después fue Garitano
quien estuvo a punto de trenzar una jugada letal al borde del área.
Mientras, el Mallorca se limitaba a observar. La Romareda seguía
cantando.
El excelente ambiente en las gradas fue diluyéndose a medida que
el Mallorca, fiel a su costumbre, sentaba las bases de un profundo
cambio desde los primeros minutos del segundo tiempo. En una
soberbia acción individual, Albert Luque convirtió lo que parecía
una mera jugada de trámite en un gol colosal, al inventarse un
remate imposible cuando se encontraba completamente tapado por Paco
Gémez. Aquella genialidad del delantero catalán volvió a colocar en
el punto de partida un encuentro que parecía irremontable para el
equipo de Luis Aragonés. En una reedición del guión del pasado
sábado ante el Villarreal, el Mallorca se revitalizó hasta dominar
por completo el escenario del encuentro.
El equipo bermellón llegaba a la portería de Juanmi con la
soltura y claridad de ideas que le habían faltado en la primera
parte y sólo la mala fortuna impidió que la remontada fuera
completa. Finidi gozó de una excelente oportunidad para dar la
vuelta al encuentro pero no acertó a rematar un buen pase de
Stankovic y posteriormente Ibagaza sumía al estadio en un silencio
sepulcral al enviar un balón envenenado al travesaño. Pero la mayor
muestra del poderío rojillo estaba por llegar. Se produjo a falta
de doce minutos, cuando Finidi «marcó» un gol fantasma, uno de esos
lances que cuando se producen los árbitros prefieren mirar hacia
otro lado. La moviola hará horas extras a lo largo de la semana. El
Mallorca redobló su ataque para lograr un triunfo que no llegó al
marcador, pero sí al ánimo de este grupo, cada jornada más
convencido de que su meta está muy por encima de la mera
subsistencia.
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