Sebastià Penya es un tipo que suele rehuir de las estridencias,
aunque este año lo tiene complicado. Bàsquet Inca vive en un estado
de crisis permanente. Poco parece importar el orgiástico momento
por el que atraviesa su primer equipo. El proyecto exhibe
demasiadas fisuras, especialmente en la cocina, y el futuro emite
demasiados interrogantes. José Antonio Artigas abandonará la
dirección general de la entidad al término de la temporada; el
director de márketing, José Ors, puede seguir sus pasos y nadie
sabe quien va a ocupar la gerencia.
«Puede resultar paradójico, pero en nuestra mejor temporada
deportivamente hablando, estamos siendo noticia por toda una serie
de cuestiones que poco tienen que ver con el baloncesto. Es
complejo analizar lo que ha ocurrido y está ocurriendo.
Personalmente tengo una opinión formada, pero tampoco creo que sea
el momento de hacerla pública. Eso si, lo que tampoco negaré es que
existen algunos problemas de orden interno que deben solucionarse
cuanto antes», admitidó el presidente de la gestora inquense.
Penya tiene claro que el plan que se trazó el club durante el
verano de 2000 debe seguir su curso. «Es fundamental mantener la
estructura profesional que hemos creado porque es el único camino
posible para crecer. En su momento nos planteamos el objetivo de
estar en ACB a medio plazo y para no salirse del camino hay que
seguir creciendo. Nuestro futuro está en la máxima categoría,
aunque antes debemos ser importantes en LEB».
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