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Atravesado el camino más largo, la Liga no ha dudado en emitir su primer pronunciamiento y distinguir a los ocho mejores. Sólo ellos observan desde hace varios días a la ACB desde una perspectiva privilegiada. Atrás quedan treinta partidos repletos de ilusiones y desengaños; ocho meses que han otorgado y restado credibilidad y cuyo epílogo se reduce a una selección natural. Los más poderosos, los más fuertes y los más listos siguen en el trayecto, aunque instalados ahora en un hábitat que no concede demasiadas oportunidades. Es tiempo de playoff y ahí está el Inca.

Orgulloso de la clase social que ha adquirido en la fase regular y dispuesto a desprenderse del estigma perdedor que se ha forjado durante su historia en la segunda categoría del baloncesto nacional. Sus aventuras no han dejado de ser intensas (Lucentum Alicante, temporada 96/97, y Cajasur Córdoba en la 99/00), pero el resultado siempre ha sido el mismo: descabalgado en la primera eliminatoria y en el quinto partido de la serie. En función de este historial, el grupo balear entra en escena despojado de cualquier tradición ganadora y de un pasado que infunda respeto, aunque su empeño en dar un salto de calidad está a prueba de toda duda.

La estela que ha dejado el Drac Inca en la fase regular soporta gran parte de las expectativas que envuelven su eliminatoria de cuartos de final ante el Granada y que se abre mañana en suelo andaluz. Todos los entrenadores metidos en la pomada han coincidido en distinguir este pulso como el más equilibrado y por extensión el que más interrogantes proyecta. Pese al discurso colectivo de la Liga, el cuadro mallorquín se siente seguro de sus fuerzas. Sabe que tiene un equipo más largo y este aspecto puede resultar determinante en cualquier serie que se resuelve al mejor de cinco partidos.

La llegada de Albert Miralles (Joventut de Badalona) ha incrementado algo más las opciones de rotación y aparentemente el único argumento que juega a favor del Granada está en la propiedad del factor pista. No porque el Palacio de Deportes sea una cancha especialmente compleja, sino porque el Inca nunca ha sido un equipo excesivamente fiable lejos de su centro de operaciones. La mayor parte de su crédito lo ha adquirido ante su hinchada y su último triunfo en las afueras de la Isla se localiza en Badajoz (26 de enero, vigésima jornada) y este es un aspecto a tener en cuenta. El gran reto mallorquín está ahí, en alterar el guión y habilitar la sentencia en el Palau.