La Liga de Campeones está a la vuelta de la esquina, más cerca que
nunca. Real Mallorca aplicó en Montjuïc un principio fundamental en
cualquier manual ganador "rentabilizar las ocasiones" y se aproximó
algo más a la tierra prometida. El grupo de Aragonés respondió como
debía al reto que le había servido el Barça y cargó de nuevo la
mochila. Lo logró en una función horrible, en un partido que fue un
atentado contra el buen gusto, pero que arrojó grandes dividendos.
Albert Luque marcó la diferecia. El catalán fue el principal y
único elemento de desequilibrio.
Dos latigazos en la apertura del primer acto dejaron al Mallorca
en entredicho. Aparentemente perdido y demasiado errático en
defensa, el equipo balear tuvo que aliarse con la madera para
evitar un descosido importante. Primero Toni Velamazán y después
Sergio estuvieron a punto de rentabilizar dos despistes colectivos
de la cobertura bermellona que acabaron con el balón impactando en
el travesaño. El inicio fue preocupante, básicamente porque el
equipo de Aragonés andaba sin brújula y el Espanyol intimidaba.
Consumido el primer cuarto de hora, el Mallorca no había pisado aún
el área local, su fútbol exhibía dosis importantes de fragilidad,
pero en su primera aproximación encontró petróleo.
Ariel Ibagaza botaba un saque de esquina, Albert Luque se
adelantaba a la marca de Lopo y enviaba el esférico a la red. El
instinto del catalán había dado un golpe de timón al partido. Sin
apenas contraer méritos, el Mallorca inclinaba el marcador. El
Espanyol no se descompuso, pero el autoritario gobierno que había
ejercido durante los primeros quince minutos perdía intensidad. De
hecho, ambas escuadras se manejaron con escasa precisión. Tras el
tanto de Luque, nadie agobió demasiado, pero la defensa del
Mallorca nunca ofreció una gran sensación de seguridad.
El pulso del primer tiempo perdió todo su equilibrio en el
segundo acto. Marcos se fue a la calle a los once minutos de la
reanudación y a partir de ese instante el Mallorca se cansó de
pedir la hora. El Espanyol se apropió del esférico y los baleares
optaron por atrincherarse. El cuadro blanquiazul se cansó de
atacar, de meter balones al área de Micki, pero lo hizo con poco
criterio y tirando demasiados centros largos. Paco Flores buscó
soluciones ofensivas dando entrada a Benítez "retiró al central
Lopo" y poco después a Serrano "ocupó la posición de un
desafortunado Martín Posse. Pero nada surtió efecto. Aragonés
respondió al movimiento de su colega reforzando el centro del campo
(Robles por Samuel Eto'o) y el partido acabó convertido en un
monólogo del Espanyol. El terreno de juego parecía haberse
inclinado. Eso sí, casi todas sus acciones de ataque acabaron con
un gazapo o tuvieron una buena respuesta de Micki. El guardameta
mallorquín jugó un partido excelente, aunque un error suyo en la
recta final del partido estuvo a punto de pasar factura. Calculó
mal su salida y Siviero tuvo que despejar a córner a muy poca
distancia de la línea de gol. El Espanyol insistió hasta el final,
pero sin precisión alguna.
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