Jorge Muñoa. ANKARA
Cualquier contacto en las inmediaciones del aro español, por pequeño que fuera, acababa irremediablemente en falta. La chispa que incendió todo saltó porque la hoguera estaba escrita de antemano. Una más que discutible falta de ataque señalada sobre Lucio Angulo hizo estallar a Imbroda, que no podía callarse ante lo que sucedía, y el napolitano Colucci no le dio opción: técnica directa, un gesto más, otra técnica y a la calle.
Los cuatro tiros libres de las dos técnicas, con Gustavo Aranzana ya colocado al frente de las operaciones, marcaron el inicio del despegue turco, que alcanzó su máxima expresión con una diferencia de dieciséis puntos poco antes de que acabase el primer cuarto (10-26). Pero España, a pesar de los pesares, del vergonzante espectáculo que sufría sobre el parque y, también es importante, de no estar especialmente inspirada, apretó los dientes y comenzó a dar respuestas deportivas a través de Pau Gasol "inconmensurable en las dos zonas a fuerza de tapones, rebotes y puntos", Juan Carlos Navarro "sensacional" y del esfuerzo colectivo. Evidentemente, pensar que Turquía podía perder y quedarse fuera de su propio Europeo sólo cabía en la cabeza de un lunático. El daño ya estaba hecho y en el tercer cuarto España recibió otra dosis de la misma medicina palo, aunque esta vez menos descarada, que garantizó la tranquilidad del equipo local, aunque probablemente agitó la de algunas conciencias.
Los turcos, colgados del brazo ejecutor de Kutluay, lo mejor de una velada barriobajera, y con quince puntos de renta (55-70) ya tenían despejado el camino para eludir la eliminación directa y, a cambio, marcharse a Estambul por la vía rápida. Aún así, el equipo turco precisó otro rosario de regalos para salvarse de la quema porque el conjunto español remontó contra viento y marea hasta colocarse por delante (76-74 m.37). En vista del infatigable derroche de España, los locales necesitaron que se anulase una canasta de Pau Gasol, sancionasen a Raúl López con una falta imaginaria y, para rematar la faena, les perdonasen una cuenta de ocho segundos decisiva. Así se escribe la historia.
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