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El Drac Inca tiene más de un problema. El calendario más inmediato (Alicante y Universidad Complutense) dejan claro que el grupo de Oliete debe atravesar un campo de minas. Y eso siempre es peligroso. Larry Richardson, uno de los peores jugadores que ha desfilado por el cuadro de es Raiguer durante los últimos años, ya es historia, pero no ha llegado sustituto alguno. Richardson no ha aportado nada, sus números han resultado siempre anecdóticos, pero eso no implica que con la rescisión de su contrato el equipo mejore.

Paradójicamente, el Drac Inca está ofreciendo el baloncesto más convincente de los últimos años, pero también secuencias repletas de erratas que acaban dictando sentencia. A excepción del duelo con el Manresa, envuelto por unos condicionantes muy específicos, el equipo mallorquín ha tenido claras opciones al triunfo en todos los partidos que ha disputado, aunque siempre ha desfallecido en momentos especialmente delicados. La falta de recursos es evidente y eso solo puede arreglarse fichando.

El club parece ser consciente de ello y desde hace varias semanas rastrea el mercado en busca de un jugador solvente cuya incorporación implique un salto de calidad definitivo. Pero todavía no lo ha encontrado. La economía de la entidad reduce aún más el margen de maniobra, aunque la gestora también tiene claro que no quiere incidir en viejos errores. Eso si, la competición no se para y la escisión entre el grupo de equipos que lucharán por estar en las series de ascenso y los que lucharán por objetivos menores no tardará en producirse. El Drac Inca está en una disyuntiva: quiere fichar rápido pero sin prisas.