El Real Mallorca despertará esta noche del sueño de la Champions.
La despedida del conjunto rojillo de la más importante competición
continental de clubes se debe, más a los errores made in Son Moix,
que al acierto de los rivales.
Hoy concluye una aventura que tuvo un inicio ilusionante pero
cuyo final se ha convertido en el más absoluto de los dramas.
Perder en Highbury, sin tener en cuenta que con el dos a uno
todavía había posibilidades de acceder a la segunda fase, ha
supuesto un mazazo moral para el grupo además de dejar en
entredicho la organización interna de una entidad que no supo
valorar en Londres que encajar un tercer gol sería fatal e
irreversible.
Ahora sólo queda el compadecerse y pensar en abordar el premio
de consolación que, en este caso, es el acabar en tercera posición
de grupo para acceder de rebote a la Copa de la UEFA. Poco premio
para quien, como el Mallorca, ha degustado las mieles del fútbol
espectáculo. Para asegurarse la tercera plaza los de Kresic tienen
que ganar o empatar ante el Panathinaikos. Una derrota, acompañada
por una posible victoria del Schalke ante el Arsenal, supondría la
eliminación del cuadro balear.
En el plano puramente deportivo Kresic acumula hasta siete
bajas. Para el encuentro de esta noche no dispone de Leo Franco,
Engonga, Ibagaza, Vicente, Díaz, Siviero y Roa. Demasiadas
ausencias para un equipo que a la mínima que algo falla se
desmorona como un simple castillo de naipes. Miki se situará bajo
los tres palos, Julián Robles hará las funciones de Engonga y en la
delantera buscará de nuevo acomodo Samuel Eto'o, después de
ausentarse en Hihgbury al estar sancionado. Nadie piensa ni en
perder ni en no clasificarse para la UEFA. Sin embargo, el equipo
deberá volver a encontrar su identidad si desea recibir de la grada
el apoyo de una afición que convive con la duda.
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