El Real Mallorca puso ayer punto y final al viaje que le ha llevado
a recorrer los más de cien kilómetros que separan Tánger de Ceuta.
Curiosamente el club tuvo que viajar al extranjero para jugar en
una ciudad española, lo que no deja de ser un hecho anecdótico.
De siempre, en la Copa del Rey, ir a Ceuta ha sido un
desplazamiento maldito, no por la ciudad, que es acogedora y
particular, sino por lo complejo que es llegar hasta ahí.
Si en la ida el equipo tuvo que estar más de media hora parado
para que las autoridades revisaran con detalle todos los documentos
y pasaportes, ayer, en el viaje de vuelta ocurrió lo mismo y
también se estuvo mucho tiempo parado en la frontera aunque en esta
ocasión hubo más suerte y nadie tuvo que bajar del bus para empujar
el pesado vehículo, como ocurrió en la ida.
Los futbolistas eran conscientes de que tendrían que armarse de
paciencia. Entre atascos, embotellamientos y trámites burocráticos
el equipo volvió a estar mucho tiempo detenido hasta que por fin
pudo proseguir su camino por una carretera sinuosa, con muchas
curvas y en donde se observaban imágenes nada habituales aquí en la
Isla. La pobreza y desesperación se reflejaban en cada punto de
cada cuneta y entre visión y visión, el bus llegó, a las tres de la
tarde al aeropuerto de Tánger. El director de relaciones externas
del club, Ramón Servalls, explicó que «en la frontera han
comprobado pasaporte por pasaporte, hemos abierto el autocar y, en
definitiva, hemos realizado el papeleo que tiene que hacer
cualquier extranjero para salir y entrar en Marruecos», concluyó
Servalls. «Sin embargo "añadió" todo ha ido bien y lo que se ha
hecho más largo ha sido la carretera ya que había bastante
tráfico».
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