TW
0

Un bloque de hielo hizo trizas el sueño de Javier Sansó. Al filo del ecuador de la Vendée Globe, la regata en solitario y sin escalas más dura del mundo, el navegante mallorquín debió tomar rumbo hacia costas australianas. Con un sólo timón, el largo periplo desde las cercanías de la Antártida hasta tierra firme era extremadamente peligroso, pero el amargo viaje de regreso se pudo contar, que a fin de cuentas es lo que prevalece sobre la aventura. Ahora, inmerso en la preparación de futuras competiciones en la clase Open 60 "embarcaciones de sesenta pies", Javier Sansó busca apoyos, en definitiva patrocinadores, para disputar el Grand Prix, y a la larga, regresar a la prueba que le consolidó como uno de los mejores, o al menos más astutos, patrones.

Pero hasta el cinco de noviembre del año 2004, cuando arranque nuevamente el desafío de la Vendée Globe en las costas de Les Sables de Olonne, resta un trecho inmenso. Para saciar su sed de emociones, Sansó debe decidir si en la temporada 2002 toma parte en la Ruta del Ron, o en su defecto en la vuelta al mundo en solitario.

De momento, Javier tantea los mercados español, británico y francés, en especial este último, más involucrado en los proyectos náuticos de gran magnitud. «Lo más difícil es encontrar patrocinadores. Una vez conseguidos, puedes centrarte más en el barco. Podemos afirmar que un setenta por ciento de las regatas se ganan antes de salir, logrando un barco en condiciones», significó Sansó, que en la noche del jueves se reunió en París con diecisiete de los mejores patrones del planeta en un acto de clara índole social.

La inversión para poner en marcha el proyecto debe ser importante. «Dependiendo de las metas que se quieran plantear, como mínimo se necesitarían dos millones y medio de euros "unos 415 millones de pesetas", que comparado con un desafío de Copa América, es poco. Creo que, siendo el único mallorquín, es rentable para los patrocinadores, más teniendo en cuenta la repercusión de la regata», comentó.

A sus 32 años, Sansó ha experimentado multitud de sensaciones, elevadas a la máxima potencia en la Vendée Globe, que parte de Francia, volteando la Antártida para regresar al puerto de origen en unos cien días. «No hay nada comparable con la navegación en latitud sur, donde los albatros son los guardianes. El frío es intenso y la niebla te juega malas pasadas. Debes estar muy preparado mentalmente, controlarte en ocasiones y reservar fuerzas para atacar». Estas son las claves para sobrevivir a la soledad del océano.