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Desde que Riera Morro dijera adiós, el arbitraje de Balears había carecido de referentes. La Primera División sigue siendo, a corto plazo, una especie de quimera, pero en el verano de 2000, el Comité Territorial recibía la mejor noticia que hasta él llegaba en mucho tiempo. Àngel Rodado Rodríguez veía recompensada su progresión con el ascenso como árbitro principal a la Segunda División A. Así, la nómina de cuartos árbitros en la máxima categoría contaba con un complemento ideal.

Este palmesano de poco más de treinta años, cuya dedicación profesional es la de técnico de electrónica, acumula con ésta su segunda campaña en la categoría de plata, en la que ha vivido el tránsito del Atlético de Madrid por el Infierno, o la circunstancial aparición de Sevilla, Betis o Rácing de Santander. En su primera temporada, fueron veinte los compromisos dirigidos, y en la presente, va camino de volatilizar esa cifra, entre la competición regular de Segunda y lo pitado en Copa del Rey. De momento ya ha podido impartir justicia en El Sardinero o el estadio Helmántico, sin descuidar su actuación en el Sporting-Atlético de Madrid. «No hay que desmerecer a ningún campo ni equipo. Por circunstancias paran ahí, pero los hay que están peor», subraya con la humildad que le define.

Ibáñez Jiménez y Borrás Márquez, ambos también adscritos al Comité Balear, son sus fieles ayudantes, y con los que comparte largos viajes y devenir por una Segunda revalorizada y que se pregunta cuál puede ser su futuro cuando su gran valedor, el Atlético, la abandone.

La forma y la actualización de sus conocimientos es uno de los cometidos que más preocupa al Comité Técnico. Estar en categoría profesional supone dedicar mucho tiempo para estar a la altura del puesto. «Cada vez entrenamos con más exigencias. El profesionalizarnos está aún lejos, pero puede ser positiva, aunque el error humano no lo evitará nadie. En España, pese a lo que se diga, siempre ha habido buenos árbitros. El gran defecto que tenemos es criticar lo de casa para ensalzar lo de fuera, y es un error, pues deberíamos apoyar a los colegiados nacionales», reseña el trencilla.

Cuando se le plantea la posibilidad de poder acceder a un ascenso a Primera, Àngel se muestra cauto, «pues es una lucha que llevo día a día. Trabajo para conseguirlo, pero si no llega, estaré igual de contento por haber estado en Segunda A», comenta, a la par que destaca la importancia de desconectar tras los partidos y mantenerse al margen de las polémicas. «Tan sólo me preocupo de estar bien en lo físico y técnico. Procuro mantenerme ajeno a la presión, pues tengo mi trabajo y mi familia, a los que debo dedicarles el tiempo que merecen».

Todo el conflicto opositor generado dentro del Comité Balear es asunto secundario para Àngel Rodado, que lamenta, eso si, la carencia de colegiados en las islas. «Nadie quiere ser árbitro, es realmente complicado. Todos quieren ser de pequeños el delantero que marca goles o el portero que los para. En nuestro caso, cada vez hay más equipos y categorías, y menos colegiados. Todo ello hace que éstos no tengan calidad de vida y se cansen», lamenta un hombre que a base de esfuerzo y paciencia está a las puertas de la gloria.