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Sin red para amortiguar la caída, el cuadro de Oliete sigue realizando demasiadas cabriolas sobre el alambre, tantas que camina deprisa hacia el precipicio. Su obsesión por incidir en errores que han adquirido carácter perentorio le han dejado en una situación extremadamente complicada, tanto que su fiabilidad está por los suelos. Atrapado por las dudas, el Drac Inca ha desarrollado una extraña habilidad para jugar a ratos y dejarlo casi todo para el final. De hecho, si algo tienen en común sus cuatro últimos partidos "Huelva, Llobregat, Los Barrios y Manresa" es que todos han quedado medio rotos a las primeras de cambio. El Inca nunca arranca cuando debe y acaba llegando tarde.

De momento, nadie ha ofrecido una explicación convincente a la forma de manejarse que ha asumido el equipo, probablemente porque rehúye de cualquier lógica. En Manresa, por ejemplo, la escuadra mallorquina recibió 37 puntos en sólo diez minutos (37-18) para después anotarse tres victorias parciales en los tres cuartos restantes. No sirvió de nada, pero la sensación de que el Inca podía haber hecho algo más quedó ahí.

Completado un buen tramo de la fase regular, uno de los principales problemas que está acusando el equipo de Oliete es la falta de regularidad de los nacionales. A Kelby Stuckey no se le puede reprochar nada porque siempre es el mismo; Kenny Green ha pasado a cotizar al alza a medida que ha ido sumando partidos, pero el resto son totalmente imprevisibles. Hasta hace poco, Juan Miguel Navalón y Alberto Alzamora habian ofrecido un repertorio sin demasiados altibajos, pero han acabado atrapados por la dinámica en la que se mueven Willy Villar, Sergi Grimau, Ramón Bordas o el propio Xavi Puyada. Aparecen y desaparecen. Nunca se sabe cuando se puede contar con ellos.

Miguel Alberto Montañana es un caso aparte. Su inicio de temporada fue extraordinario, pero lleva demasiado tiempo sin ofrecer algo interesante. Es un caso curioso. Aparentemente lo tiene todo "potencial físico, fundamentos y la confianza del entrenador", pero su rendimiento acaricia la mediocridad.

La Liga ya quema, especialmente en el reducido espacio en el que se mueven un paquete de diez equipos. El Drac Inca se encuentra en tierra de nadie, pero el partido que le enfrentará el viernes con el Ulla Oil es toda una encrucijada. El club, consciente de lo que habrá en juego, pretende que el Palau muestre su perfil más agerrido. Ganar mantendría al equipo cerca de todo, perder implicaría un viaje sin retorno.