Miquel Alzamora
El museo de los horrores cuenta desde ayer con una nueva atracción en forma de partido de fútbol. Tenerife y Real Mallorca reversionaron ayer uno de esos partidos que suelen verse en la última jornada de Liga cuando el empate es bueno para los dos equipos. El punto sumado ayer no deja de ser malo tal y como se dieron el resto de marcadores y más si se tiene en cuenta que los de Kresic tienen ahora dos partidos seguidos en casa. Pero esta lectura positiva no tiene que eclipsar un partido de juzgado de guardia y que más que invitar a un desmesurado optimismo, lo que hay que preguntarse es si jugando como ayer será suficiente para seguir en Primera sin sufrir más problemas de los previstos.
Si alguien hasta ayer desconocía los motivos por los cuales Tenerife y Mallorca son claros candidatos al descenso, ayer, vista la primera parte sobraba cualquier tipo de explicación. Bien por la desesperación, bien por el miedo, bien porque no hay más, uno y otro rindieron culto al tedio, al antifútbol, al aburrimiento total. Algunos dirigentes lamentan las pobres entradas en los estadios pero más que lamentar lo que deberían hacer es premiar a quienes todavía hoy van al campo e invierten parte de su dinero y de su tiempo en perder dos horas para ver un espectáculo tan lamentable como el que ayer protagonizaron Tenerife y Mallorca. Los de Clemente tal vez no sean capaces de jugar más y mejor, pero el once balear ha demostrado esta misma temporada, que tiene mimbres para hacerlo bastante mejor.
De entrada y durante los primeros 45 minutos no hubo ninguna oportunidad clara de gol. Únicamente se registraron algunas aproximaciones a las áreas de Julio Iglesias y Carlos Roa pero ambos guardametas actuaron de improvisados jugadores de campo para desviar el poco peligro que por sus inmediaciones se creó. Lo de ayer era de sonrojo, de vergüenza ajena, de coger y marcharse y decir eso de 'ahí os quedáis, que tengo cosas mejores que hacer'. Lo mejor era el punto que se iba arrancando y lo mejor era también que se llegó al descanso. La primera parte había durado 46 minutos pero parecía que habían pasado los tres meses de invierno.
El intermedio invitó al optimismo, ya que el espectáculo (¿?) era imposible que empeorase y, por lo tanto, todo lo que estaba por llegar, por poco que fuera, sería mejor que lo visto en el primer acto. Los que podían llegar a pensar esto se equivocaron, ya que el Tenerife mejoró un poco y el Mallorca se mantuvo en su línea, es decir, no mal, peor que mal. Pero mientras los minutos iban pasando el Mallorca seguía sumando un punto y esto, cuando hay dos partidos en casa seguidos, no estaba tampoco nada mal, aunque de uno a tres puntos hay una diferencia extraordinaria y más si se está en la UVI. El partido fue para olvidar aunque incluso al final Carlos tuvo una buena opción pero estrelló la pelota en la cara de Julio Iglesias. Las principales conclusiones de la pesadilla de ayer son las siguientes: se sumó un punto y eso es positivo. Se jugó mal y no se perdió y una semana más no se está en zona de descenso. Hasta ahí lo bueno. Lo malo. Se sigue cerca del abismo, se sigue pecando de conservadurismo y siguiendo así se sufrirá hasta el final de Liga.
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