El terrorismo empañó una gran fiesta del fútbol en el estadio
Santiago Bernabéu, donde el Real Madrid y el Barcelona lucharon por
el pase a la final de la Liga de Campeones en un partido marcado
por la explosión de un coche-bomba en las inmediaciones del estadio
cuatro horas antes del encuentro. El Real Madrid, con un empate a
un gol, selló el pasaporte para la final de Glasgow, pero el
espectáculo que brindaron los jugadores de ambos equipos sobre el
césped y el colorido de las gradas del Bernabéu, abarrotadas por
75.000 aficionados, quedó en un segundo plano por culpa del
atentado.
Poco antes de las cinco de la tarde, a las puertas del edificio
Torre Europa, en la confluencia del Paseo de la Castellana y la
calle General Perón, a un centenar de metros del estadio,
terroristas de ETA hicieron explotar un coche-bomba que provocó el
pánico en la zona e impregnó la fiesta futbolística de tristeza e
indignación. El temor a que el partido fuese suspendido duró muy
poco. El estadio no sufrió daños. Las fuerzas de seguridad y
representantes de la UEFA y ambos clubes, que mantuvieron una
reunión poco después del suceso, decidieron que no había motivos
para cancelar el encuentro. La mayoría de los aficionados dio una
lección de civismo, con la excepción, como sucede casi siempre, del
grupo de seguidores más radicales del Real Madrid.
El atentado terrorista fue el triste preámbulo de una nueva
edición del enfrentamiento futbolístico que despierta más pasiones
en España. Real Madrid y Barcelona, enemigos deportivos
irreconciliables, volvieron a ofrecer un partido repleto de
tensión, en el terreno de juego y en las gradas. Los hinchas
madridistas, con confianza plena en las posibilidades de su equipo
de estar en la final después del 0-2 del partido de ida, recibieron
a los suyos con una impresionante ovación y con un mosaico
espectacular formado por decenas de miles de cartulinas blancas. En
la grada alta del fondo norte, unos 2.000 seguidores del Barcelona
intentaron empujar a su equipo contra corriente, pero sus gritos de
ánimo, casi siempre acallados por la multitud madridista, de poco
sirvieron a los jugadores de Rexach.
Y tal vez fruto de la desesperación, algunos de los aficionados
del equipo catalán protagonizaron hechos reprobables dentro del
estadio Bernabéu. En la recta final del primer tiempo, tras el 1-0
marcado por Raúl, un par de bengalas fueron lanzadas desde la zona
alta de las gradas en la que se ubicaron los aficionados
barcelonistas y cayeron entre los seguidores del Madrid. Los gritos
de reprobación del público fueron ensordecedores, casi tanto como
la expresiones de júbilo de la afición blanca cuando el árbitro
italiano Pierluigi Collina pitó el final del partido que significó
el pase del Real Madrid a su duodécima final de la competición de
clubes más prestigiosa del fútbol mundial.
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