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Rodrigo Zuleta (Efe) - BERLÍN La historia reciente del Bayer Leverkusen puede ser vista como una acumulación de segundos lugares que puede parecerse a una maldición que, por el momento, le impide ganar al equipo de las aspirinas los títulos a los que se acerca lo que, sin duda, genera frustraciones. El palmarés del equipo, una Copa de Alemania y una Copa de la UEFA, es modesto y nadie hubiera esperado otra cosa del club antes de que, en la temporada 1996/1997, empezará una nueva era que ha convertido al Leverkusen en uno de los grandes de Alemania.

La temporada anterior, el Leverkusen se había salvado en la última jornada por muy poco del descenso y pocos confiaban que la reconstrucción se diera de una manera tan exitosa para instalar al equipo de forma duradera en la parte alta de la clasificación de la Bundesliga. En ese sentido, los subcampeonatos ligueros de 1997 y 1999, en ambas ocasiones por detrás del Bayern Múnich, pueden considerarse éxitos y en su momento nadie tuvo una verdadera sensación de derrota, como tampoco ocurrió con el tercer puesto de 1998.

Sin embargo, la pérdida de la Bundesliga en el 2000, en la última jornada y en circunstancias que sorprendieron a todo el mundo, se convirtió en un trauma que llevó incluso a que los éxitos de los años anteriores empezarán a ser interpretados como fracasos sintomáticos de que el Bayer Leverkusen nunca ganaría nada. «El Leverkusen nunca ganará nada y será siempre segundo», dijo en aquella ocasión el centrocampista brasileño Emerson, tras su último partido para el equipo de las aspirinas antes de pasar a las filas del AS Roma.

En esa ocasión, el Leverkusen necesitaba sólo un empate a domicilio en la última jornada ante el modesto Unterhaching, cuyo descenso estaba sellado, y todo estaba preparado para la fiesta, incluida la ensaladera que al final tuvo que ser trasladada en helicóptero a Múnich para que la recibiera el Bayern. Un autogol nada menos que de Michael Ballack empezó la debacle de Unterhaching que quedó sellada con un segundo gol que se produjo cuando el Leverkusen ya no defendía sino atacaba de forma descontrolada en busca del gol que le diera el título.

La temporada 2000/2001 fue de transición, marcada por un escándalo de consumo de drogas que llevó a la destitución del entrenador Christoph Daum que había sido el símbolo del equipo. Al comienzo de la temporada que está a punto de terminar con la final de la Liga de Campeones, el nuevo técnico, Klaus Toppmoeller señaló como meta «hacer una buena campaña». Eso es algo que, sin duda, ha logrado aunque, como si repitiera simbólicamente la historia del club, ha tenido que conformarse con el segundo puesto tanto en la Bundesliga como en la Copa, lo que deja una sensación de fracaso. Sin embargo, al comienzo del año nadie hubiera apostado porque el Leverkusen peleara hasta el final tres títulos, incluida la Champions.