El italiano Mario Cipollini (Acqua&Sapone), dejando claro que
en estos momentos no tiene rival en las llegadas masivas, logró su
segunda victoria de etapa en el Giro. Cipollini se impuso en la
llegada masiva de la tercera etapa entre la ciudad belga de
Verviers y la luxemburguesa de Esch sur Alzette, con lo que elevó a
36 las victorias en el Giro. El corredor italiano, en un esprint
más apretado que las tuercas de un submarino, hacía valer su
potente pedalada en los metros finales, a los que volvió a llegar
perfectamente ubicado, pero en esta ocasión al ser una calzada
ancha tuvo más rivales a los que controlar por el rabillo del ojo
para evitar sorpresas.
El italiano volvía a imponer su fuerza y lograr su objetivo:
ganar la etapa. Invirtió en el viaje de 206 kilómetros, 5 horas, 46
minutos y 57 segundos, mismo tiempo que su compatriota Massimo
Strazzer (Phonak) que daba tiempo al grupo principal donde está el
líder, el también italiano Stefano Garzelli (Mapei). Si el gran
triunfador fue Cipollini, el protagonista fue el corredor belga
Marc Streel (Landbouwkrediet), ya que pedaleó en solitario 160
kilómetros, tras una aventura que nacía en el 30 y moría a falta de
16 para la línea de meta. Streel fue el valiente de la jornada,
pues cansado del ritmo cansino que estaba marcando el pelotón -en
la primera hora sólo se recorrieron 31 kilómetros-, y desafiando
las adversas condiciones climatológicas en forma de viento y lluvia
intermitente, decidió irse sólo en busca de la meta.
Llego a tener hasta 18:14 minutos, en el kilómetro 74, ventaja
que le daba el liderato provisional, en la general se encontraba a
11:20 minutos, pero que también sirvió para que fuera despertando
de su letargo el pelotón que, sin marcar ritmo de caza, le fue
recortando segundos con facilidad. Streel, un corredor nacido hace
31, profesional desde 1994 y un corto palmarés en el que destacan
el campeonato de su país en la modalidad de contrarreloj individual
en 1999 y el pasado año una etapa de la Carrera de la Paz, ponía
fin a su sueño a falta de unos 16 kilómetros para el final, tras el
primer paso por meta, pues los últimos 17 se disputaban en un
circuito.
Tras la neutralización comenzaba la otra carrera muy diferente,
la de verdad, una guerra de guerrillas entre los equipos con
esprínter. Fueron muchas las alternativas al no querer quedarse
ninguno fuera de fuego, por lo que el Mapei (Bettini), el Phonak
(Strazzer), el Telekom (Hondo), el Kelme (Vicioso y Gálvez) y, por
supuesto, el Acqua&Sapone de Cipollini, se fueran alternando al
frente del grupo respaldados por otros compañeros. Al final
Cipollini, con sus piernas cargadas de ácido láctico, daba las
pedaladas más potentes que sus rivales y lograba cruzar en primera
posición la línea de meta de una jornada que, salvo la aventura de
Streel y el esprint final, no tuvo mayor historia. Fue sosa y
anodina.
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