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Felipe Recuero - LUXEMBURGO El italiano Mario Cipollini (Acqua&Sapone), dejando claro que en estos momentos no tiene rival en las llegadas masivas, logró su segunda victoria de etapa en el Giro. Cipollini se impuso en la llegada masiva de la tercera etapa entre la ciudad belga de Verviers y la luxemburguesa de Esch sur Alzette, con lo que elevó a 36 las victorias en el Giro. El corredor italiano, en un esprint más apretado que las tuercas de un submarino, hacía valer su potente pedalada en los metros finales, a los que volvió a llegar perfectamente ubicado, pero en esta ocasión al ser una calzada ancha tuvo más rivales a los que controlar por el rabillo del ojo para evitar sorpresas.

El italiano volvía a imponer su fuerza y lograr su objetivo: ganar la etapa. Invirtió en el viaje de 206 kilómetros, 5 horas, 46 minutos y 57 segundos, mismo tiempo que su compatriota Massimo Strazzer (Phonak) que daba tiempo al grupo principal donde está el líder, el también italiano Stefano Garzelli (Mapei). Si el gran triunfador fue Cipollini, el protagonista fue el corredor belga Marc Streel (Landbouwkrediet), ya que pedaleó en solitario 160 kilómetros, tras una aventura que nacía en el 30 y moría a falta de 16 para la línea de meta. Streel fue el valiente de la jornada, pues cansado del ritmo cansino que estaba marcando el pelotón -en la primera hora sólo se recorrieron 31 kilómetros-, y desafiando las adversas condiciones climatológicas en forma de viento y lluvia intermitente, decidió irse sólo en busca de la meta.

Llego a tener hasta 18:14 minutos, en el kilómetro 74, ventaja que le daba el liderato provisional, en la general se encontraba a 11:20 minutos, pero que también sirvió para que fuera despertando de su letargo el pelotón que, sin marcar ritmo de caza, le fue recortando segundos con facilidad. Streel, un corredor nacido hace 31, profesional desde 1994 y un corto palmarés en el que destacan el campeonato de su país en la modalidad de contrarreloj individual en 1999 y el pasado año una etapa de la Carrera de la Paz, ponía fin a su sueño a falta de unos 16 kilómetros para el final, tras el primer paso por meta, pues los últimos 17 se disputaban en un circuito.

Tras la neutralización comenzaba la otra carrera muy diferente, la de verdad, una guerra de guerrillas entre los equipos con esprínter. Fueron muchas las alternativas al no querer quedarse ninguno fuera de fuego, por lo que el Mapei (Bettini), el Phonak (Strazzer), el Telekom (Hondo), el Kelme (Vicioso y Gálvez) y, por supuesto, el Acqua&Sapone de Cipollini, se fueran alternando al frente del grupo respaldados por otros compañeros. Al final Cipollini, con sus piernas cargadas de ácido láctico, daba las pedaladas más potentes que sus rivales y lograba cruzar en primera posición la línea de meta de una jornada que, salvo la aventura de Streel y el esprint final, no tuvo mayor historia. Fue sosa y anodina.