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FERNÀNDO FERNÀNDEZ El apellido Alzamora está ligado de forma indiscutible al presente y el futuro del baloncesto mallorquín. Alberto es el líder dentro y fuera de la cancha del Drac Inca, mientras que el pequeño de la saga, Alfonso, se ha hecho con un hueco en el siempre complicado vestuario del Palau Blaugrana. Con tan sólo veintitrés años y muchos kilómetros en la Liga ACB, Alzamora es uno de los pocos mallorquines que han logrado alzar un título continental, la extinta Copa Korac del 99.

Internacional cadete y júnior, es un habitual en el cinco de la selección B, con la que hizo historia en los Juegos del Mediterráneo celebrados en Túnez. Sus 204 centímetros y un físico que impresiona son dos de sus argumentos para ser fuerte en la pintura. Pesic cuenta con sus servicios, al igual que en su día Aíto le catapultó al primer equipo y al profesionalismo. El de esta noche es un encuentro que desprende un aroma especial para Alfonso, que será seguido por muchos ojos amigos en las gradas de Son Moix.

«Siempre es especial volver a casa, aunque en el momento que puedo aprovecho para acercarme a la Isla y ver a mi familia», comentó un Alzamora al que Svetislav Pesic a buen seguro dará bastantes minutos ante su gente. El hecho de militar en un equipo del más alto nivel competitivo no es objeto de mayor presión para el ala-pívot, que tiene asumido su papel en la disciplina barcelonista y conoce a la perfección cuáles son los límites del Fútbol Club Barcelona. «Está claro que partimos con aspiraciones totales en todas las competiciones que disputamos.

Salimos a ganar siempre, pero este año tiene un sabor especial la Euroliga, en especial porque la final a cuatro se disputa en casa y por la deuda histórica que el equipo tiene con su afición y con esta competición en concreto», manifestó el jugador mallorquín, cuyos 203 centímetros le convierten en uno de los hombres fuertes en los esquemas del técnico campeón del mundo.